"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Grazie, Gioacchino


Recientemente unos amigos han visitado Roma y han seguido mi consejo de no dejar de disfrutar de la magnífica comida que se sirve en mi restaurante de cabecera en la Ciudad Eterna, aquel al que siempre voy desde hace ya al menos catorce años. Me refiero al restaurante pizzería 'Al piatto ricco', el que dirige mi ya buen amigo Gioacchino Carrara y su mujer Anna.
Cuando regresaron estos amigos a España me dijeron lo que otros muchos: "Tenías razón. Excelente la comida". Nadie me ha dicho nada negativo sino que, al contrario, todos me aseguran que la relación calidad-precio es excelente y que el personal es verdaderamente simpático.

La sorpresa que me dieron estos amigos fue en forma de foto, la que publico en este comentario. Se trata de la puerta de entrada al restaurante: "Gioacchino ha puesto los comentarios de tu blog en la misma puerta y ha colocado allí tu foto", me dijeron. Y en efecto me mostraron la fotografía que aquí incluyo. La verdad es que me ha dado mucha alegría por el honor que para mí supone estar presente en Roma de esta manera. En ese sentido, grazie, Gioacchino. De verdad que me halaga.

Mi llegada al Piatto Rico fue casual; nadie antes me lo había recomendado. Callejeando por el barrio de Trastevere lo encontré en la Vía della Pelliccia. Recuerdo que lo primero que pedí fueron unos Spaghetti alle vongole, es decir, con almejas, y que me gustaron tanto que decidí volver. Me sentí allí cómodo y teniendo en cuenta que supongo que en el subconsciente tenía escrito que mi destino era volver a Roma una y otra vez, era indispensable tener un restaurante de cabecera. No tardé en conocer el magnífico Risotto alla pescatora que siempre recomiendo, y unos exquisitos Spaghetti alle cozze, (con mejillones) que creo que ahora no están en la carta pero que fueron inolvidables.


Con el tiempo surgió la amistad con Gioacchino y con Anna. Para ellos éramos los españoles que siempre volvíamos al menos en verano a su establecimiento. Nuestro rostro se hizo familiar para ellos y más aún cuando al local comenzaron a llegar algunos amigos que siempre llevaban consigo el papelito que yo les había entregado para que encontraran el restaurante y los consejos gastronómicos.

Es curioso que no falta quien me pregunta si me llevo comisión por las personas que allí van dirigidas por mí. En absoluto. Ellos van y quedan satisfechos. Gioacchino y Anna son felices por los clientes que les llegan recomendados por la pareja de periodistas de Madrid, como nos conocen. Y yo, qué voy a decir. Que estoy encantado de poder ser útil de esta forma.

Pronto viajaré a Roma. Y por supuesto pasaré por el Piatto Rico. Allí abrazaré a Gioacchino y a Anna y disfrutaré con su comida y su hospitalidad. Espero también poder saludar a mi ya también buen amigo y colega de profesión, Alessandro Zapulla, cuyo único defecto es algo en lo que está de acuerdo conmigo Gioacchino: es laziale, algo casi imperdonable en un rincón romanista como el Piatto Rico. Alessandro dirige la publicación http://www.lalaziosiamonoi.it/ y siempre que me lo requiere trato de proporcionarle alguna noticia sobre el fútbol español.

A todos ellos, y al personal de Al Piatto Rico, un fortissimo abraccio.

sábado, 16 de octubre de 2010

La auténtica fascinación que produce Roma


Miren; después de tantos viajes a Roma tengo muy claro que la auténtica fascinación que produce esta ciudad es que uno no sabe qué se va a encontrar al doblar una esquina. Son tantos los episodios históricos que rezuman en sus calles que uno siente que al pasear por allí se le abren amenos libros de historia.

Está claro que la basílica de San Pietro, la plaza vaticana, el Coliseo, el Moisés, la plaza Navona, la fontana de Trevi, etc, son joyas del patrimonio mundial, monumentos que atraen a millones de turistas al año. Por sí solos merecen la pena ser visitados y disfrutar de ellos, pero en una gran mayoría no merecen más que una visita, dos a lo sumo, para continuar el periplo turístico por todo el mundo.

Sin embargo, la fascinación más genuina que en mí produce Roma viene del encanto de las pequeñas cosas, de la capacidad que tiene la ciudad para sorprenderme con lo que en muchos casos pasa desapercibido. Roma es así y comencé a disfrutar de ella de verdad en mi segundo o tercer viaje, cuando dejé a un lado el típico programa de visitas de 'a esta hora en el Vaticano, después vamos corriendo a los foros imperiales y si nos da tiempo, al Coliseo'. El mayor placer que produce en mí Roma es descubrirla en su intimidad, perderme en sus calles sin muchas veces buscar nada concreto.

Sólo de esta forma es como se puede saborear el encuentro con una pequeña fuente, con un viejo pilar o un capitel de la época de los césares, o con la fachada de un palacio barroco ante la que he pasado decenas de veces sin haberme fijado en sus detalles. Sí, ya sé que alguien podría decirme que es como coger la paja y tirar el grano, pero es que cuando uno se ha atiborrado a grano, no pasa nada por sacarle partido a esa paja que a veces se desprecia.

Con esa filosofía es con la que cualquiera puede disfrutar de pequeños inolvidables rincones del casco histórico de Roma. Uno va caminando por el rione Pigna, desde la Vía del Corso en busca del Pantheón, tomando la vía Lata -sí, en la que en otro artículo dije que estaba la fuente del Facchino o del barrilete;- continuando por la vía di Santo Stefano del Cacco, unos metros antes de llegar a la iglesia de Santa María sopra Minerva, -templo de enorme interés por ser el único de estilo gótico en Roma y que además tiene una excelente escultura de Miguel Ángel, el Cristo Redentor-, se encuentra con el pie de mármol. Lo normal, es que al verlo en la esquina de la calle a cualquier le salga de dentro una expresión constantemente repetida: "¡Ahí va! ¿Y eso que es? ¡Vaya pedazo de pie!"

Leyendas para turistas son aquellas que dicen que el pie de mármol pertenecía a la estatua de Nerón que fue colocada junto al anfiteatro de los Flavios, es decir, el Colosseo, que recibe ese sobrenombre precisamente por las dimensiones de la estatua, todo un coloso, de ahí Colosseo. Pero no. Sí parece que el pie pertenecía a una enorme estatuta del templo de Iseo Campense, que cuando fue descubierto se colocó en otro sitio y que finalmente acabó allí, sobre su pedestal para admiración de todo el mundo.

Hay quien apunta que pueda tratarse del pie de una mujer. Puede ser también el de un hombre. Su observación permite que sepamos algo sobre el calzado que utilizaban los romanos, o las romanas, unas sandalias de buena factura, cuyas tiras se unen en el empeine.

Estamos en una zona muy tranquila del casco histórico, un lugar realmente sorprendente para una ciudad tan caótica como Roma; una vez repuestos de la sorpresa de encontrarse con el impresionante pie que da nombre a la calle, no dejen de pasear en dirección a Santa María sopra Minerva y contemplar los alrededores. No recuerdo quien decía que si nos fijamos en los escaparates de algunos de los comercias que por allí se concentran, estaremos ante una auténtica 'Pasarela Cibeles de la ropa y complementos eclesiásticos'. El gran Enric González, en sus 'Historias de Roma' cuenta que en el número 34 de la vía de Santa Chiara, entre Santa María sopra Minerva y la piazza Navona, se viste el Papa Benedicto XVI, así como muchos cardenales y anteriores pontífices, es decir, alta costura la de Gamarelli -así se llama el negocio- para la curia romana.

jueves, 14 de octubre de 2010

Vía Rasella, escenario para un drama


Dicen algunos romanos que en la Vía Rasella todavía se puede ver en alguna de las fachadas impactos de la metralla que produjo la explosión del artefacto de aquel 23 de marzo de 1944. Yo no los he visto, pero sí tengo que reconocer que recorrí toda la calle para sentirme en el corazón del escenario de uno de los mayores dramas de la historia de Roma.
El excelente periodista Iñigo Domínguez, corresponsal en la ciudad eterna de El Correo, dice al respecto de la Vía Rasella, que, aunque parezca una paradoja, el turismo en Roma a veces tapa la historia, y no le falta razón porque esta calle se encuentra muy próxima a la archiconocida Fontana de Trevi, tan visitada y fotografiada por millones de turistas. Y pocos de ellos saben de la existencia y el significado histórico de esta calle que es una pronunciada cuesta desde la Vía del Traforo a la Vía delle Quatro Fontane.

Para sumergirse en esta dramática página de la historia de Roma no hay más que dejar la Fontana de Trevi en dirección opuesta a la Vía del Corso, tomando, según se mira la Fontana, la calle de la derecha, llamada Vía del Lavatore, hasta llegar a la Vía del Traforo, todo ello en pleno Rione Trevi. La pronunciada cuesta que verán al llegar a esa peculiar calle que tiene un túnel excavado bajo la colina del Quirinale, es la Vía Rasella.

En la Roma ocupada por las tropas alemanas, en plena Segunda Guerra Mundial, se produjo un atentado de la Resistencia italiana contra una patrulla de un regimiento de soldados de las SS, es decir, el sanguinario cuerpo de élite de la Alemania de Adolf Hitler. A las dos de la tarde de ese 23 de marzo de 1944, la patrulla de las SS pasó en formación por la Vía Rasella cuando explotó una bomba oculta en un carrito de barrendero que allí dejaron un grupo de partisanos.
Treinta soldados de la patrulla murieron en el acto y sesenta resultaron heridos, dos de los cuales
murieron más tarde. Dos civiles también resultaron muertos un hombre y un niño. La represión de las autoridades de ocupación alemanas no se hizo esperar. Hubo centenares de detenciones y el propio Hitler ordenó que 30 italianos fueran fusilados por cada SS muerto. Más tarde lograron convencer a Hitler y ese número se redujo a 10.

El coronel de las SS Herbert Kappler comenzó en esos momentos una frenética carrera por elaborar una lista para cumplir la orden de fusilar a 320 italianos. Con los judíos no se logró completar así es que se peinó la cárcel de Regina Coeli, todavía hoy en pleno funcionamiento en el Trastevere, incluyendo en esa macabra lista a todo tipo de detenidos entre los que incluso se encontraba un sacerdote católico. Poco antes de las ejecuciones murió otro de los SS que había resultado herido de gravedad, por lo que 10 personas más fueron detenidas y finalmente por un error, o por un exceso de celo de Kappler, se detuvo a 335 personas, que fueron cargadas en camiones y conducidas a unas cuevas situadas en el sur de Roma, junto a la vía Appia, concretamente en la vía Ardeatina. Allí fueron ejecutadas esas 335 personas de un tiro en la nuca. Posteriormente, los alemanes volaron las cuevas con cargas explosivas. Entre los muertos había muchos judios, militares italianos que habían pertenecido al ejército de Mussolini y que ante la ocupación nazi demostraron su patriotismo formando parte de la Resistencia. Había comunistas y personas de ideología conservadora. Hoy Italia les recuerda permanentemente en el lugar donde murieron, un estremecedor mausoleo donde se encuentra las tumbas de esas 335 personas.
De lo ocurrido en Vía Rasella hay abundante bibliografía y también filmografía. Roberto Rossellini se inspiró en el episodio de las Fosas Ardeatinas para dirigir en 1945 la película 'Roma Ciudad Abierta', monumental origen del Neorrealismo italiano, una corriente cinematográfica que dio inolvidables títulos. De peor calidad, pero correcta en lo histórico, se puede ver la película 'Muerte en Roma', filmada en 1973 por George Pan Cosmatos, con Richard Burton en el papel de Kappler y con un impresionante Marcello Mastroianni en el papel de un sacerdote que trata de salvar a los condenados.

En cuanto a bibliografía me tengo que referir sobre todo al estudio realizado por el estadounidense Robert Katz, titulado 'La batalla de Roma', publicado en España por la editorial Turner.

Eso sí, si se encuentran en la Fontana de Trevi y quieren recordar un episodio tan dramático como impresionante de la historia de Roma, no dejen de caminar a la Vía Rasella, y si además, visitan la Vía Appia y las catacumbas, no dejen de entrar en las Fosas Ardeatinas para quedar conmovidos por lo inexplicable de las conductas humanas.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Chistes italianos

Voy a tratar en este artículo de un tema un tanto original: los chistes italianos. Italia es un país irónico como pocos, que sabe reírse de sí mismo hasta en los momentos de mayor dificultad, y que presume de un sentido del humor ancestral, ya reconocido en los tiempos de los emperadores. La historia y la arqueología nos dan no pocas muestras del finísimo sentido del humor de los romanos y ahí están, en las excavaciones de Pompeya, algunas pintadas de carácter irónico que leían los pompeyanos hace casi 2.000 años; o alguna curiosa caricatura realizada en la pared de la Villa de los Misterios de la propia Pompeya. Pero también tenemos las comedias que se interpretaban en el teatro de Marcello, en Roma, o en tantos y tantos teatros de todo el imperio, algunas de las cuales, de autores como Plauto o Terencio, han llegado a nuestros días. Y no faltan las sátiras, algunas muy divertidas y con célebres autores como Séneca, Juvenal, Petronio, Marcial, etc.

Por tanto, a los italianos les viene de largo el buen humor y cultivan en sociedad el arte del chiste. Ellos lo llaman 'barzellette' y tienen mecanismos muy similares a los españoles para provocar la risa, pero eso sí, con algunas diferencias.


Por ejemplo, lo que en España son chistes de 'leperos', esto es, de personajes exagerados en cuanto a su ignorancia, que alguien le puso el gentilicio de la localidad onubense de Lepe con gran éxito y que otros traducen a otros municipios con los que suelen tener rivalidad comarcal, en Italia son chistes de carabinieri, es decir del cuerpo policial de carácter militar, muy similar a nuestra Guardia Civil. Así pues, en el país transalpino, los chistes de tontos se los adjudican a los carabineros con una excepción: el futbolista romano y romanista Francesco Totti, un tipo extremo que despierta tanto amor como desprecio, y al que se identifica también como un tanto ignorante y excéntrico, tan rico por su fortuna como despilfarrador y ostentoso, y con la peculiaridad de que su lengua habitual es el romanesco, el dialecto de Roma, una lengua regional por mucho que nos encontremos en la capital del estado y que sólo habla una minoría de romanos. Todo ello aparece en los chistes sobre Totti.

Otra curiosidad es que los chistes que en España dedicamos a Jaimito, en Italia se dedican a otro niño de características similares llamado Pierino.


A continuación ofrezco una pequeña muestra de barzellette, en alguno de los cuales respeto el idioma italiano porque creo que se entiende perfectamente.



1-¿Por qúe no se le puede contar a un carabinero un chiste en viernes? Porque se reirá el domingo en misa.


2- Un carabiniere dice ad un collega: - Gran bella macchina la Panda 4x4!
- E perché non te la compri?
- E dove la metto?!? Ho un garage che è 3x3!


3- Dos carabinieri delante de un espejo:
- Mira; dos colegas. Vamos a saludarlos.
- Para. ¿No ves que vienen ellos?


4- Francesco Totti es llamado a la pizarra por el profesor de matemáticas para una pregunta de geometría:
- Francè, dibújame un cono
Y Totti responde:
- ¿Con o sin helado?.


5- Educación sexual en la escuela:
- Pierino. ¿Qué precauciones se deben tomar en el caso de una relación sexual con una desconocida?
- Darle un nombre y una dirección falsa, señora maestra.


6- Dos carabinieri:
- Pues otra vez se ha quedado mi mujer embarazada, ya es el sexto hijo, yo no se como le voy a mantener.
- Pero tío, controla un poco, usa la cabeza.
- ¿Y no me haré daño en las orejas?


7- La maestra a Pierino:
- Pierino, dimmi chi era Attila...
- Era un Barbaro, signora maestra!
- Soltanto? (trad. ¿Solamente?)
- E le pare poco???

miércoles, 6 de octubre de 2010

La fantasía del quartiere Coppedè


El barrio (quartiere) Coppedè es la fantasía aplicada a los planos arquitéctónicos y urbanísticos. Imaginen por un momento qué podría diseñar un arquitecto al que le encargan la realización de todo un barrio de clase media-alta y le dejan total libertad para hacer lo que sueña. Pues eso es el barrio Coppedè de Roma, todo un sueño de formas, colores y juegos arquitéctonicos que transportan al observador a un mundo de fantasía.

Contrasta este barrio con la Roma más famosa, la de las postales que nos muestran el barroco en su estilo exagerado, o la de las edificaciones de aquella caput mundi que hoy se han quedado en admiradas ruinas arqueológicas o se fueron reciclando en la medida que los romanos, o la iglesia católica lo necesitaban para aprovechar los ricos materiales constructivos de una época esplendorosa, o para erradicar de su faz el paganismo de la Roma imperial.

Y en ese contraste está la dicotomía del barrio Coppedè, que puede fascinar a algunos por su atrevimiento y ensoñación, o puede defraudar a otros por su anacronismo con una Roma que bien suponen homogenea.

Encantamiento y fascinación son las primeras sensaciones que recibí al llegar a la piazza Mincio, el centro del barrio Coppedè. Tengo que reconocer que supe de la existencia de este barrio gracias a un famoso periodista, Corrado Augias, autor de un excelente libro editado en España y titulado 'Los secretos de Roma'. Sin embargo fue a través de una serie de documentales realizados para la televisión italiana titulados 'I segreti di Roma', como tuve conocimiento de este barrio fantástico y me propuse visitarlo.

El Coppedè recibe precisamente el nombre del arquitecto que lo diseñó, el florentino Gino Coppedè. Se trata de un barrio residencial situado al noroeste de Roma, junto al Viale Regina Margherita, un ensanche urbanístico de la Roma de finales del siglo XIX y principios del siglo XX para acoger a la incipiente burguesía funcionarial nacida de la unificación italiana y de la capitalidad del nuevo estado. El barrio está compuesto de villas y palacetes en estilo Liberty italiano. Allí se mezclan estilos arquitectónios que dan, no obstante, una curiosa homogeneidad al barrio; hay trazas medievales, pero también barrocas, art decò y orientales de las culturas asirias y babilónicas. Son, en total, 17 villas y 26 palacetes distribuidos alrededor de la Piazza Mincio. Es una arquitectura ecléctica y señorial, que recuerda a viejos castillos de hadas.
Lo ideal para entrar en el barrio es hacerlo desde el Viale Regina Margherita, tomando la via Tagliamento para encontrarnos con un espectacular arco de entrada al barrio, arco éste que une dos de sus principales edificios. A través del arco entraremos en la piazza Mincio, en cuyo centro se encuentra la Fontana delle Rane, es decir, la fuente de las ranas. Junto a ella, lo mejor es mirar en derredor y contagiarse de la atmósfera de fantasía que nos envuelve. Entonces podemos fijar la mirada en la villa delle Fate, es decir, de las hadas, o en el palacio del Ragno (de la araña porque ésta decora la fachada), o en cualquiera de los demás edificios, todos ellos habitados porque el Coppedè sigue teniendo vida. Comenzó a construirse en 1913 y se completó hacia mediados de los años veinte.
Para llegar al quartiere, un tanto alejado del centro de Roma, lo mejor es tomar frente a la estación de Termini el autobús de la línea 86 en dirección Marmorale, y descender, después de ocho paradas, en la piazza Buenos Aires para tomar desde allí la vía Tagliamento y entrar por el arco a la fantasía que nos legó Gino Coppedè. Que lo disfruten.






martes, 5 de octubre de 2010

La metro de Roma


A un romano no le pregunte por 'el Metro', sino por 'la Metro de Roma', porque a este medio público de transporte se le conoce en lengua italiana por 'la Metropolitana'. Hecha esta curiosa salvedad voy a dedicar este artículo a esas dos líneas de ferrocarril subterráneo que conforman en estos momentos la escasa red de Metro de Roma.

Si alguien espera en Roma un Metro puntero quedará sin duda decepcionado. Baste decir que las únicas dos líneas en servicio en estos momentos tienen una longitud total de 38 kilómetros, lo que comparado con el Metro de Madrid es una longitud extremadamente pequeña ya que la red metropolitana madrileña tiene en estos momentos, sin contar el Metro ligero, una longitud de casi 283 kilómetros, con un total de 294 estaciones frente a las 49 que únicamente tiene la Metro de Roma.

Se trata de dos líneas, la A y la B, que forman sobre el plano de la ciudad un aspa cuyo punto de unión es la estación de Termini. Como curiosidad, la línea A, representada con color naranja, es la más utilizada por los turistas ya que une el centro histórico y la zona de mayor densidad de hoteles, con el Vaticano. Es habitual salir de la boca de la estación de Ottaviano San Pietro a multitudes de turistas que enfilan los aproximadamente 400 o 500 metros que hay desde allí a la plaza de San Pedro, o que descienden en la estación de Cipro para dirigirse a los museos vaticanos. La línea A tiene estaciones próximas a la piazza del Popolo (Flaminio), a la piazza Spagna (Spagna) y a la fontana de Trevi (Barberini). La línea B, representada en color azul, tiene una estación junto al Coliseo (Colosseo), otra próxima a San Juan de Letrán (S. Giovanni) y otra cercana a San Pablo Extramuros (Basílica San Paolo).

Los billetes son válidos para la Metro y para los autobuses urbanos ya que ambos servicios están operados por la ATAC, la compañía pública de transporte de Roma. Se pueden adquirir en bares, quioscos de prensa y estancos (tabacchi), así como en el interior de las estaciones de la Metro. El billete sencillo es válido por 75 minutos en autobús o en metro, aunque para el caso del suburbano sólo contempla un único viaje en esos 75 minutos. El precio en otoño de 2010 es de un euro por billete.

La Metro de Roma es relativamente moderna ya que la primera línea, un tramo de la B, se inauguró en 1955, mientras que la línea A, otro tramo, se inauguró en 1980. Al utilizar la Metro de Roma uno no puede dejar de pensar que es un transporte en el que falta limpieza, aunque bien es cierto que funciona relativamente bien en cuanto a frecuencias.

Como curiosidad, cabe destacar que la línea A cruza el río Tíber y lo hace a cielo abierto por un puente. Otro aspecto a tener en cuenta es que el diseño de estas líneas se encontró rápidamente con la dificultad de los hallazgos arqueológicos propios de trabajar en el subsuelo de una ciudad como Roma. Eso no sólo retrasó las obras de estas líneas sino que son una dificultad añadida a la hora de diseñar las nuevas. A este respecto, en Roma se está trabajando lentamente en una nueva línea, la C, que tendrá color verde y que comunicará el sureste de la ciudad con el noroeste. La primera parte, cuya inauguración está prevista para 2011, unirá el sureste con la estación de Termini. Esta línea tendrá estación, probablemente en 2015, en la piazza Venezia y junto a San Pietro por lo que actualmente son visibles en la céntrica plaza romana y en otros puntos del casco histórico, las excavaciones arqueológicas relacionadas con la construcción de la nueva línea.

También existe un proyecto para la línea D, que tendrá color amarillo y que pasará por el barrio del Trastevere cruzando hasta dos veces el Tíber en un recorrido de norte a sur de Roma.

Otro medio de transporte en Roma operado por la ATAC es el denominado como Ferrovia, con tres líneas. Sería una especie de metro ligero de carácter interurbano; muchos turistas pueden utilizar la Ferrovia Roma-Lido di Ostia para desplazarse a las excavaciones de Ostia Antica. Para ello, deben dirigirse a la estación de la Metro de Pirámide para tomar uno de los trenes en la estación de partida. Estos trenes son también los que llevan a los romanos a las playas de Ostia. Las otras dos líneas son la del norte, que llega a Viterbo, y la de Roma-Pantano, que llega al sureste desde Termini siguiendo el trazado de la Vía Casilina. Para más información se puede consultar la página web http://www.atac.roma.it/

jueves, 30 de septiembre de 2010

Facchino o los encuentros insólitos en Roma

A Il Facchino le da el sol de cara en las soleadas tardes romanas. A veces, cuando el calor aprieta y el sudor se nos hace insoportable, nos lo encontramos en la pared del Banco di Roma, junto a la Vía del Corso, y es una auténtica bendición porque por mucha canícula que haya, Il Facchino siempre nos da sensación de frescor.
Yo prefiero llamarlo la fuente del barrilete. Ya hablé de ella en un capítulo anterior cuando escribí sobre el agua de Roma, y tengo que reconocer que es de mis favoritas. Quizá lo sea porque al estar junto a la Vía del Corso, una de las pocas en las que no hay fuentes en Roma, su presencia allí se hace de lo más agradable para combatir la calorina. Es cierto que uno se va de compras por una de las principales arterias comerciales de la ciudad, si no la que más, y, sobre todo si es verano, llega un momento en el que la sed aprieta por lo que se acaba buscando desesperadamente una fuente. Si en esos momentos se está cerca de la piazza Venezia, la solución es Il Facchino, nuestro buen amigo el del barrilete por el que nunca deja de manar agua.
Si se me permite un inciso, quiero terminar de aconsejar en cuanto a la búsqueda de fuentes en las inmediaciones de Vía del Corso. Si se está a la mitad de la calle, al altura de piazza Colonna y del parlamento, la fuente más próxima está en la cercana plaza de San Silvestro. Si se esta más próximo al otro extremo de la calle, el de la piazza del Popolo, el consejo es cruzar la magnífica plaza y junto a la basílica de Santa María del Popolo saciar la sed en la fuente allí existente.
Pero había comenzado a escribir sobre ‘mi buen amigo’ il Facchino. Resulta que ahí donde la ven ustedes, un tanto semioculta en la pared del edificio del Banco di Roma, en una de las bocacalles que salen de Vía del Corso, es una de las estatuas parlantes de Roma, aquellas en las que en tiempos del gobierno de los papas sobre la ciudad eterna, para evitar la represión existente contra las voces discordantes, los romanos ponían por escrito sus proclamas y reivindicaciones en una serie de estatuas que había en la ciudad. Una de ellas era, y sigue siendo la de Pasquino, y otra, la de Il Facchino.
Antiguamente la estatua del barrilete estaba situada en el Corso, pero acabó siendo colocada donde hoy la vemos, en la confluencia de Vía del Corso con la Vía Lata.
Se sabe que esa escultura fue construida en torno a 1580 y que estaba basada probablemente en un diseño de Jacopino del Conte. La estatua representa a un hombre, que sostiene un barril. Es la más joven de las seis estatuas parlantes de Roma.
Parece claro que la escultura representa un aguador; de hecho, fue al parecer la corporación de aguadores la que encargó el diseño de la estatua a Del Conte. pero también hay quien sostiene que pudiera representar tanto a Lucero como a Abbondo Rizzio, un portero que murió mientras transportaba precisamente un barril. De hecho, la palabra italiana ‘facchino’ se refiere a alguien que porta o transporta pesadas cargas. Por ejemplo, un mozo de estación es un facchino.
De aquel portero, Abbondo Rizzio, la estatua tomaría el nombre de Il Facchino puesto que según un epígrafe a él dedicado, portaba al morir un barril de vino a la espalda, y otro dentro de su cuerpo. Es por esta razón que muchos romanos conocen a Il Facchino como la fuerte del portero.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Tren, autobús o taxi? La llegada a Roma


Este artículo voy a dedicarlo a información práctica para aquellos que quieran visitar Roma y en concreto a uno de los aspectos que más preocupan a los viajeros, que es el desplazamiento desde cualquiera de los dos aeropuertos al centro de la ciudad.

Convengamos que el medio de transporte más utilizado para viajar a Roma desde España es el avión, sobre todo teniendo en cuenta los precios que están ofreciendo las distintas compañías aéreas. Evidentemente para quienes contraten un viaje organizado por mayoristas del sector turístico, el problema del transporte desde los aeropuertos al hotel no suele existir ya que en el paquete contratado se incluye ese aspecto y el traslado se realiza, tanto a la ida como a la vuelta, en un autocar que le lleva al viajero a la misma puerta del hotel y a la de la terminal aeroportuaria.

Otras posibilidades de viaje a Roma son más minoritarias: el tren desde España es muy caro y para viajar, por ejemplo, desde Madrid es necesario tomar un tren hasta Barcelona; otro desde la Ciudad Condal hasta Milán, y por último, otro desde la capital lombarda hasta Roma. Muy costoso y con una duración desmesurada. Otra posibilidad es la del coche particular y también está la del barco, desde Barcelona o Valencia hasta Civitavecchia, pero desde luego, no es lo más habitual.

Roma tiene dos aeropuertos, el 'Leonardo da Vinci', conocido también como el de Fiumicino por la localidad en la que se encuentra, junto a la costa del mar Tirreno y a menos de 30 kilómetros del centro de Roma; y el de Ciampino, en la localidad del mismo nombre. El de Fiumicino se encuentra al oeste de Roma y el de Ciampino en el sureste. El primero es un aeropuerto internacional y a él suelen llegar las principales compañías aéreas. El segundo es más antiguo y pequeño y suele ser el utilizado por las compañías de vuelos de bajo coste.

Si el viajero aterriza en el aeropuerto de Fiumicino tiene tres posibilidades para desplazarse al centro de Roma. Si elige la del taxi, el coste medio del viaje es de 30 a 40 euros o quizá más, dependiendo siempre del tráfico que haya.

La segunda posibilidad es la del tren. En el aeropuerto hay una terminal ferroviaria de Trenitalia, los ferrocarriles del estado italiano y allí hay dos opciones, la de tomar el Leonardo Express hasta la estación central de Roma Termini, recorrido que se hace sin paradas intermedias en 32 minutos; el billete cuesta 14 euros sólo ida por persona; o la de tomar un tren con destino final en las localidades de Orte o Fara Sabina, con paradas intermedias en las estaciones de Roma Trastevere, Roma Ostiense, Roma Tuscolana o Roma Tiburtina. El precio del billete es de 8 euros sólo ida por persona. La duración del viaje a la estación más céntrica, la de Roma Ostiense, es de 30 minutos. Una vez que se llegue a la estación de destino elegido sólo hay que saber la dirección del hotel elegido y buscar la mejor opción de transporte público urbano, del que ya hablaré en otro artículo; bien puede ser el metro, el tranvía o el autobús.

Sacar el billete de tren en la estación del aeropuerto de Fiumicino no tiene ningún problema puesto que hay taquillas y máquinas expendedoras. Para consultar previamente los horarios se puede utilizar la dirección de Trenitalia en internet: http://www.trenitalia.it/
La tercera posibilidad de transporte de Fiumicino a Roma es el autobús interurbano de Cotral, la compañía pública de transportes de la región de Lazio. La parada está junto a la terminal de llegadas internacionales del aeropuerto y los autobuses son inconfundibles ya que son de color azul. Allí hay que tener cuidado y preguntar al conductor por el destino del autobús ya que existen varias posibilidades, la de ir directamente a Roma Termini, el destino más céntrico, la de hacerlo a Roma Cornelia, al oeste de la ciudad y en un viaje muy largo ya que es de una hora y veinte minutos con interminables paradas, y la de ir a la estación de Roma Magliana, en el sur de la capital. En cualquiera de los tres casos el enlace con autobuses urbanos y metro es sencillo. Los precios de los billetes varían desde los 4'50 euros por viaje a Roma Termini, a los 3'10 euros a Roma Cornelia y a los 2'50 a Roma Magliana, todo ello con precios de 2010. Para consultar horarios se puede entrar en la página de Cotral en internet: http://www.cotralspa.it/
En cuanto a autobuses privados hay líneas que cubren el trayecto a Roma Termini pero el precio del billete es mucho mayor. En cualquier caso, hay puntos en el aeropuerto donde se puede recabar información.
Es muy importante tener en cuenta que los billetes de Cotral hay que adquirirlos en los quioscos de prensa del aeropuerto ya que el conductor del autobús no es cobrador.
Si el destino es el aeropuerto de Ciampino las posibilidades se reducen a dos, la del taxi y la del autobús de Cotral aunque también hay líneas privadas de autocares que comunican el aeropuerto con el centro de Roma aunque el precio de los billetes es también más caro.
Por lo que se refiere al autobús de Cotral hay dos opciones, la de viajar directamente a Termini -el billete cuesta 3'90 euros sólo ida por persona -, o la de hacerlo a la estación de metro de Anagnina; el precio es de 1'20 euros pero hay que tener la precaución de preguntar al conductor si viaja directamente a esta estación de metro o pasa por el municipio de Ciampino, lo cual alarga considerablemente el viaje. Como en el caso del aeropuerto de Fiumicino, el billete hay que adquirirlo en el interior del aeropuerto, si bien en algunos autocares se puede comprar al conductor a bordo.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La elegancia retrospectiva de Nina Zilli




Este blog no quiere ser solamente una guía de viajes de Roma. En cualquier librería hay muchas publicaciones que pueden ayudar al viajero a visitar los mejores monumentos de la ciudad y por tanto ese no es el objetivo de estos artículos. Sí es mi intención facilitar, a toda aquella persona que vaya a viajar a Roma, su estancia allí con información práctica de aquellas cosas que apenas encuentran espacio en las guías comerciales. Pero de la misma manera quiero que en este blog se analicen algunos aspectos de la cultura y de la historia, no sólo romana, sino de toda Italia.
Uno de esos elementos fascinantes es la música. Ya he escrito un post sobre la música italiana en general y a menudo me referiré a determinados artistas o eventos.
En estos momentos quiero dar a conocer a los lectores a uno de los nuevos fenómenos de la música italiana, la cantante Nina Zilli, nacida en Piacenza, esto es, en la región de Emilia Romaña pero en la misma frontera con Lombardía.
Acostumbrados como estamos, e Italia no es una excepción, al descubrimiento de nuevos talentos 'modelo Operación Triunfo', o lo que es lo mismo, todos ellos cortados por el mismo patrón y con un sonido y un estilo muy similar, tanto en España, como en Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, etc, la aparición de una artista como Nina Zilli es todo un acontecimiento. Su soul claramente europeo y mediterráneo sólo cabe calificarlo de elegante y nos transporta a momentos fundamentales de la música en el mundo como son los años sesenta y setenta del siglo XX. La de Nina Zilli es una elegancia retrospectiva que nada tiene que ver con los fulgurantes talentos de tantos programas televisivos.
Estoy convencido de que Nina Zilli va a dejar poso y va a cosechar grande éxitos a nivel internacional si se mantiene por la línea emprendida en su primer álbum; no es precisamente una niña, lo que la diferencia de la corriente de tiernos 'triunfitos'. Nina nació en febrero de 1983 y por tanto en estos momentos tiene 27 años. Tiene otra característica fundamental para poder triunfar comercialmente y es que pasó su infancia en Irlanda y vivió durante dos años en Estados Unidos, lo que deja claro dos elementos: las influencias que se perciben en su estilo, y el perfecto bilingüismo que tiene y que hacen pensar en un no lejano salto al mercado anglosajón.
Nina Zilli es un pseudónimo puesto que su verdadero nombre es Maria Chiara Fraschetta. Tomó el nombre de su adorada Nina Simone, (lo que marca también sus influencias) y el apellido de su madre para formar su nombre artístico.
La artista de Piacenza nos muestra un elegante soul con toques de rhythm and blues, y hace incluso incursiones en el reggae. Su primer disco está siendo uno de los más vendidos en Italia y su éxito se acrecentó a raiz de su participación en la sección de jóvenes del festival de Sanremo en febrero de este año. Se clasificó para la final a cuatro y no ganó por el televoto, lo cual es toda una garantía de éxito puesto que estamos acostumbrados a ver en el festival de Sanremo cómo el televoto valora desmesuradamente canciones y artistas que posteriormente pasan desapercibidos en las emisoras de radio y en las tiendas de discos. ¡Pero así es Sanremo ya que la lista de grandes éxitos no premiados es infinita!



Incluyo en este comentario dos video clips de youtube de los dos mayores éxitos hasta ahora de Nina Zilli: '50mile' y 'L'Uomo Che Amava Le Donne', la canción que interpretó en el festival de Sanremo. Que los disfruten.

martes, 21 de septiembre de 2010

La Roma del amor


Roma forma un anagrama con la palabra Amor,
ya que la
transposición de las letras da como resultado otra palabra distinta. En cambio, un palíndromo claro es 'Amo retratarte Roma' puesto que si lee al revés es exactamente lo mismo.

Así pues el amor y Roma están muy unidos, tanto por utilizar las mismas letras, como por lo que inspira la propia ciudad a muchas personas. Y, claro está, porque como otras muchas, Roma es una ciudad romántica.

Verona simboliza el amor shakespeariano de Romeo y Julieta; Venecia ofrece el romanticismo de un paseo en góndola con la pareja a la que se ama y Florencia con su luz y sus vistas, merece ser contemplada con la persona querida. No me pregunten porqué; eso se siente en el corazón.

Pero Roma tiene también una curiosa visita del amor, la del Puente Milvio, que curiosamente nace de lo más profundo de la idiosincrasia romana más que de una práctica relacionada con el turismo. Fueron los romanos, y hace muy poco tiempo, quienes relacionaron el Puente Milvio con el amor.

Fue a finales del año 2006 cuando muchos adolescentes de la ciudad, inspirados por los protagonistas de la novela 'Tengo ganas de tí', de Federico Moccia, comenzaron a imitar lo que la pareja hizo para simbolizar su amor, sujetar un candado a la farola, cerrarlo y arrojar la llave al Tíber por encima de sus hombros.

En sólo unos meses, la farola se llenó de candados y su peso no sólo la deterioró sino que llegó a poner en peligro uno de los puentes más antiguos y con más historia de Roma. El Ayuntamiento prohibió que allí se pusieran candados pero la situación ya era imparable y poco después se instalaron unas barras de acero para que toda pareja de enamorados que quisiera, pudiese colocar allí su candado y arrojar la llave al Tíber. Con la 'legalización' del candado, comenzó a surgir en el puente y sus inmediaciones el negocio de la venta de candados por parte, sobre todo, de inmigrantes asiáticos, que inmediatamente ofrecen su producto a las parejas que por allí aparecen. La costumbre ha comenzado a seguirse en otros puentes.

Como visita, la del Puente Milvio no deja de ser curiosa y recomendable, sobre todo para parejas de enamorados. Hay que tener en cuenta, además, que el puente tiene una importante carga histórica, como he dicho anteriormente, y que se encuentra próximo al Foro Itálico, uno de los lugares creados por los arquitectos de Mussolini con el inconfundible estilo de la arquitectura fascista del periodo de entreguerras. En sus inmediaciones está también el estadio olímpico de Roma.


El Ponte Milvio, situado al norte de la ciudad, es uno de los más importantes sobre el Tíber. Fue construido por el cónsul Cayo Claudio Nerón en el año 206 antes de Cristo. En el año 115 antes de Cristo, el cónsul Marco Emilio Escauro construyó un nuevo puente de piedra en el mismo lugar, destruyendo el antiguo. El hito histórico más importante de tan antiguo puente data del año 312, cuando Constantino I venció a Majencio, su rival, en la batalla del Puente Milvio, que constituye un importante punto de inflexión en la historia del cristianismo, ya que los historiadores cristianos de esta época y posteriores atribuyeron la victoria de Constantino a una intervención divina. El puente fue renovado en la Edad Media y fue reparado posteriormente en 1429, realizándose modificaciones en los siglos XVIII y XIX.

Para llegar al puente Milvio se puede ir aguas arriba del río por los
lungoteveres hasta el estadio olímpico, al pie de Monte Mario, uno de los pulmones de Roma. Un poco más arriba del estadio y del Foro Itálico, donde se puede contemplar el impresionante estadio de los mármoles (dei marmi), se puede ver el viejo puente. Si se prefiere utilizar transporte público, la mejor opción es tomar el tranvía junto a la piazza del Popolo, en la capolinea de Flaminio, y realizar todo el recorrido hasta la cabecera. Desde allí no hay más que andar hacia el río con el estadio olímpico de frente y subir unos pocos metros aguas arriba.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El agua de Roma


A menudo me piden consejos prácticos para una cómoda estancia en Roma, para saber moverse por la ciudad en un viaje turístico sin sobresaltos. En definitiva este es el objetivo de esta serie de artículos, por más que trate de contar historias curiosas de una ciudad que tiene un patrimonio histórico, artístico, social y cotidiano inagotable.





En esta ocasión me voy a referir al agua de Roma. Hace tiempo unos familiares que visitaron la ciudad un verano se quejaban del dinero que habían gastado en comprar botellas de agua mineral fría con las que paliar la sed y refrigerarse. "¡Si no es necesario comprar agua en Roma; el agua de la fuentes públicas es exquisita!", respondí yo. Mis familiares me aseguraron que desconocían esto y dónde encontrar estas fuentes.
Por eso quiero dedicar este capítuo a las fuentes de Roma. Lo siento por aquellos que se dedican al lucrativo negocio de vender botellas de medio litro de agua mineral fría pero cualquier romano sabe que este negocio está dedicado exclusivamente a los turistas.


Hay centenares de fuentes de agua potable en Roma; dicen que no hay ni una ciudad en todo el mundo con tantísimas fuentes; las hay de todo tipo: Antiquísimas y artísticas, auténticos monumentos prácticos para combatir la sed; y también modestas fuentes de fundición repartidas por muchísimas calles de Roma, desde el casco histórico a cualquier barrio moderno y periférico. Hay unas 3.000 repartidas por toda la ciudad y curiosamente las primeras fueron realizadas por el primer gobierno municipal civil de la capital de la Italia unificada, allá por el año 1872. Los romanos las conocen popularmente como nasoni' (narizones), de 'naso' (nariz en español), por la particular forma que tiene el caño de donde brota de forma ininterrumpida el agua. Esa es una característica muy peculiar de Roma; el agua no deja de brotar en las fuentes. Es algo que nos sorprende a los españoles pero tal es la abundacia de agua que hay en Roma. Si la sed aprieta y se desea averiguar dónde encontrar una, no hay más que preguntarle a cualquier romano 'dove c'e una fontanella?', es decir, ¿dónde hay una fuente?. Para evitar confusiones, es conveniente aclarar que la fontana es la fuente monumental y ornamental, como la de Trevi, o la de los Cuatro Ríos en piazza Navona. La fontanella es la fuente para beber.
El agua de Roma es de extraordinaria calidad. Está perfectamente tratada y no tiene el más mínimo riesgo para la salud. Además es un agua que en pleno verano mana fresca, tanto es así que empaña el vaso o la botella en la que se recoge. Las 'nasoni' tienen una particularidad y es que en la parte superior del caño hay un pequeño agujero; tapando el caño, el agua sale por el agujero y se puede beber directamente con toda comodidad.

Pero también se puede beber el agua que mana de algunas fontanelle monumentales. Aquí se pueden abrir nuevos capítulos que prometo que abriré en sucesivos artículos. Destaco una por ser de mis preferidas. Se trata del 'Facchino', una de las llamadas estatuas parlantes y que yo denomino la del 'barrilete'. Está en la intersección de Vía del Corso con Vía Lata, a pocos metros de piazza Venezia. Allí, junto a la vía de San Marco, hay otra espectacular fuente con forma de piña de la que mana un agua fresquísima. Otra de mis preferidas es la fuente de la Barcaccia, en la plaza de España.
Como digo, muchas de estas fuentes merecen capítulos aparte y prometo que los desarrollaré. De momento sirva éste para evitar que cualquiera que viaje a Roma se gaste un dineral comprando botellas de agua mineral fría.

martes, 14 de septiembre de 2010

La Roma mordaz


La Roma de los turistas, de la belleza de más de dos mil años de historia, no tiene nada que ver con la Roma más romana, la del día a día, la de los problemas cotidianos y la incomodidad de los servicios públicos, la del tráfico caótico y la suciedad acumulada desde los primeros siete reyes laciales de la Urbe. Es una Roma menos bella, pero más auténtica, menos teatral.
Todos esos problemas acumulados a lo largo de la historia han forjado el carácter de los romanos. Pueblo mediterráneo por excelencia, hasta ahora han resistido en lo más profundo de su idiosincrasia el embate de la identidad anglosajona. España ha sucumbido antes perdiendo buena parte de ese carácter mediterráneo y desgraciadamente Italia no tardará en hacerlo. Los jóvenes están cada vez más globalizados, y eso es triste. Todavía hoy da gusto entablar una conversación con ancianos capitolinos; no hace falta dirigirse a ellos puesto que ellos mismos comenzarán a hablar en el autobús, en el tren, en el supermercado o en la calle.
Es con la conversación y la observación como se puede notar el carácter mordaz de los romanos. Con una historia llena de esplendor y de decadencia, ante los malos tiempos el romano se ha defendido, o más bien, ha empleado la mordacidad, la ironía, el sarcasmo y el ingenio.
Hay muchos ejemplos pero voy a dar tres de distintas épocas para que pueda entenderse a la Roma mordaz que hoy convive con la Roma de la belleza y de los turistas.
En el año 1943 la ciudad estaba ocupada por los nazis. El Gran Consejo Fascista había defenestrado a Mussolini por sus constantes errores al meter a Italia en la Segunda Guerra Mundial y llevarla al desastre. Roma fue declarada Città Aperta, es decir, ciudad abierta, para no convertirla en una Stalingrado y que se perdieran la gran cantidad de obras de arte y monumentos que en ella hay.
Una vez que americanos e ingleses desembarcaron en Sicilia y, sobre todo, en Salerno, muy cerca de Nápoles, el objetivo inminente era la conquista de Roma, gobernada entonces con mano militar por los nazis, quienes la invadieron para evitar que cayera en manos aliadas al ser derrocado Mussolini. Fue así como comenzaron los bombardeos estratégicos americanos e ingleses sobre Roma; se buscaba cortar las vías de comunicación y de abastecimiento de las tropas alemanas. Por eso los bombardeos se centraron en la zona del barrio de San Lorenzo para destruir las principales estaciones ferroviarias. Pero aquellas bombas no eran inteligentes y cayeron sobre la zona universitaria y sobre decenas de bloques de viviendas produciendo millares de víctimas mortales entre la población civil. Fue entonces cuando apareció una pintada en un edificio bombardeado que muestra la mordacidad de los romanos. Escrita en perfecto romanesco trataba de dar ánimos en la desesperada situación de Roma: “Meio l’americani su la capoccia, che Mussolini tra li coioni”, que traducido es “Mejor los americanos sobre la cabeza, que Mussolini entre los cojones”. Simplemente, genial.
La segunda también procede de la Segunda Guerra Mundial. Americanos e ingleses desembarcaron en Anzio, a unos sesenta kilómetros de Roma con la idea de formar una bolsa que encerrara a los alemanes en la línea Sigfrido y en los montes Albanos, y además, tener un acceso cómodo para la reconquista de Roma.
El desembarco se celebró entre los romanos que pensaban que la liberación era cuestión de horas. Pero un error estratégico del general estadounidense que desembarcó en Anzio permitió a los alemanes concentrar un enorme contingente de tropas en los alrededores de Anzio, y allí se estancó el frente durante varios meses en una batalla más propia de la Primera Guerra Mundial. Ni que decir tiene que los romanos vivieron aquellos largos días con desesperación porque la ciudad seguía ocupada mientras que los aliados se encontraban a las puertas sin avanzar. Incluso podían escuchar perfectamente las explosiones de la artillería: Tenían la miel en los labios pero no podían saborearla. Fue entonces cuando apareció en el Trastevere la pintada más mordaz: “¡Americanos, resistid! ¡Pronto llegaremos a liberaros!”
La tercera es más reciente. Data de las elecciones políticas que tuvo Italia en abril de 2008. Por aquel entonces el candidato conservador Silvio Berlusconi tuvo una de sus frases antológicas, que como sus gestos o sus actuaciones pasarán a la historia del histrionismo político. Dijo que el que no le votara a él, sencillamente era un gilipollas, palabra que en italiano es ‘coglioni’. Por eso, en el mitin de cierre de campañas del centro izquierda en Roma muchos asistentes acudieron con camisetas identificativas: “Siamo i coglioni di Roma”, es decir, “Somos los gilipollas de Roma”.

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Roma polarizada


La polarización en Italia es una seña de identidad y Roma no es ajena a ese clima a veces extremo en el que necesariamente ‘se tiene que ser de algo’, situarse frente a alguien en aficiones o planteamientos ideológicos, sociales y económicos.
Ya sé que esto es habitual en todo el mundo pero en Italia, y por supuesto en Roma, todo ello se vive con gran pasión. El fútbol, el calcio, es uno de esos aspectos que polarizan de forma extrema Roma. Siempre digo que lo que un romano siente por su equipo y la animadversión que le produce el gran rival sólo podría ser comparable en España con la rivalidad existente en Sevilla entre béticos y sevillistas, pero en Roma es todavía más extrema entre laziales (aficionados de la Lazio) y romanistas (tifossi de la Roma). Lo que pocos españoles conocen es que tanto o más rivalidad puede existir entre los otros dos equipos más modestos de la ciudad eterna, la Cisco Roma, rebautizado como Atlético Roma, y la Lodigiani.
Roma y Lazio comparten el mismo estadio, el Olímpico, situado al pie de Monte Mario, junto al río Tevere y en el área conocida como el Foro Itálico, uno de los espacios urbanos creados por los arquitectos de Mussolini.
La Lazio la fundaron en 1900 un grupo de militares, gente bien que deslumbrada por los primeros juegos olímpicos de la era moderna, celebrados en Atenas, decidieron utilizar para su equipo los colores de la bandera griega, el azul y el blanco. En el escudo colocaron uno de los símbolos militares de la antigua Roma, de las invencibles legiones que conquistaron el mundo, el águila.
Pero los laziales no se comieron un colín, en forma de campeonato italiano, en aquellos primeros años de su historia. Las victorias siempre iban a parar a los más poderosos equipos del norte de Italia. Cuando llegaron al poder los fascistas de Mussolini consideraron necesario, en su imaginario de recuperación del pasado esplendoroso de Roma, que la ciudad eterna tuviera una squadra competitiva, capaz de ganar el scudetto. Intentaron por todos los medios fusionar a los distintos equipos que había en la ciudad pero viendo que aquello era imposible se inventaron a la Roma con varios de estos equipos pero sin que apareciera en esa unión la exquisita Lazio. Era el año 1927 y nació la rivalidad entre la Roma, el equipo de las clases populares, y la Lazio, la squadra de la gente bien. La Roma adoptó los colores de la ciudad, el rojo y el amarillo, y en su escudo se representó a la loba amamantando a Rómulo y Remo, los fundadores de la ciudad.
Ya que hablo de los dos hermanos, y teniendo en cuenta que Rómulo fue el primero de los siete reyes que a lo largo de la historia ha tenido Roma, se dice que el fútbol ha dado al ottavo re, el octavo rey de la ciudad, que no es otro que el romanista Francesco Totti.
Otro ejemplo de rivalidad romana es la que protagonizan la Cisco Roma y la Lodigiani, equipos menores pero que se profesan una común animadversión. No faltan pintadas por toda la ciudad escritas por los aficionados radicales de ambos equipos en las que se puede leer ‘Cisco merda’ o ‘Lodigiani pezzo di merda’. En este caso la rivalidad tiene otras connotaciones pero no deja de ser intensa. Ambos equipos funcionaron como uno solo, la Cisco Lodigiani Roma pero acabaron separándose en 2005; antes de su unificación ya habían funcionado por separado lo que aporta a la historia momentos de encuentros y desencuentros diversos, es decir, caldo de cultivo excepcional para favorecer la pasión más exacerbada.
Lo curioso es que en estos momentos la Cisco, hoy renombrada como Atlético Roma y habiendo asumido el color azul marino para su uniforme, y la Lodigiani, que se mantiene fiel al color rojo granota, no coinciden en la misma categoría. La Cisco está en la serie C, el equivalente a nuestra segunda division B. La Lodigiani está en categoría regional. Pero ¡ay del día en que coincidan en la misma categoría y tengan que disputar la stracittadina, el derbi capitolino de los más modestos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La Roma mágica


Los aficionados al ocultismo y a lo esotérico, tienen una Roma mágica que no deben perderse. Muy cerca del Esquilino, a sólo unos cientos de metros de la basílica de Santa María Maggiore, se encuentra uno de los rincones más mágicos de una Roma sorprendente hasta en mínimos detalles. En la piazza de Vittorio Emanuele II se encuentra la Porta Alchemica, es decir, la puerta alquímica o mágica.
Se trata del monumento a la alquimia más conocido del mundo y ciertamente su situación y sus características producen un halo de misterio en torno a él. La Porta Alchemica está en el extremo de la plaza más próximo al Esquilino, junto a un antiguo muro de la Roma imperial. La ajardinada plaza Vittorio está un tanto degradada y en ella es habitual la presencia de numerosos inmigrantes subsaharianos y de otras procedencias.
La puerta, de forma rectangular, está rematada por un pequeño disco con la estrella de David. Su magia reside en que en ella están grabadas extrañas y misteriosas inscripciones.
Su historia es la del marqués de Palombara, a cuya villa situada en el Esquilino, acudían en el siglo XVII alquimistas, astrólogos y amantes de las ciencias ocultas. El propio Palombara cultivaba esa afición con gran interés e incluso pasión. En cierta ocasión llegó a la villa un joven que le pidió permiso para utilizar su laboratorio y allí experimentar. Palombara, obsesionado por descubrir la fórmula alquímica para conseguir oro de otros metales o incluso de productos vegetales, acogió al joven en su casa como a tantos, pero un día desapareció de allí misteriosamente. En el laboratorio dejó restos de oro y varios pergaminos con extrañas fórmulas escritas.
El marqués consultó a científicos para descifrar esos signos anotados pero fue en vano. Ante la incapacidad para conseguirlo se le ocurrió la idea de inscribir en una de las puertas del jardín de su villa esas misteriosas fórmulas, con la idea de que alguien que pudiera verlas supiera interpretarlas adecuadamente y poder así fabricar oro.
En el siglo XIX la villa Palombara fue derribada al realizarse una profunda remodelación urbanística en el Esquilino. Sin embargo se conservó la puerta que fue colocada en los jardines de la plaza Vittorio Emanuele II.
Convengamos ahora que la moderna alquimia sería la bisutería, la fabricación de abalorios con pobres materiales a fin de hacerlos parecer joyas preciosas. Algo más de cuatrocientos años después de que el joven, que se llamaba Giuseppe Francesco Borri dejara sus fórmulas en el laboratorio de la villa Palombara, en el área de la actual Roma ocupada por Via Carlo Alberto y Via Merulana, entre la piazza Vittorio y la basílica Santa María Maggiore, ha florecido la moderna alquimia en forma de establecimientos en los que se venden todo tipo de productos para fabricarse uno mismo collares, colgantes, pulseras y demás abalorios. Regentados todos ellos por ciudadanos chinos, todos esos establecimientos forman una especie de hipermercado de la manufactura de bisutería. El Esquilino, de esta forma, sigue atrayendo a alquimistas dispuestos todos ellos a fabricarse abalorios con sencillos metales como el aluminio, el acero inoxidable, el estaño o minerales pulidos.
La paradoja de todo ello es que hayan sido los chinos quienes se instalaran en la Roma alquímica para ‘descubrir’, aunque sea a su manera, lo que tanto buscó Palombara.

lunes, 30 de agosto de 2010

El museo de la central termoeléctrica de Montemartini


El museo de la central termoeléctrica de Montemartini es una pequeña joya para los amantes de la arqueología por su originalidad al mostrar escultura romana clásica con la antigua maquinaria de la primera central pública para la producción de electricidad en la ciudad eterna. Recomiendo su visita a quienes quieran conocer algo distinto y de calidad en una Roma que nunca deja de sorprender.
Situado en la Vía Ostiense, número 106, la antigua central termoeléctrica conserva sus antiguas calderas y maquinaria para producir electricidad y entre ese buen trabajo de arqueología industrial, se pueden contemplar excelentes obras de los museos capitolinos, es decir, arqueología clásica en su máximo esplendor.

El museo se encuentra en la ribera izquierda del Tíber, ante los que antaño fueran los Mercados Generales. Para llegar a él desde el centro de Roma lo ideal es coger la línea B del metro, por ejemplo en la estación de Términi en dirección a Laurentina y bajar en la estación de Garbatella para desde allí dirigirse a la Vía Ostiense. En autobús se puede tomar la línea 271 en la plaza Venezia, junto al palacio del mismo nombre y descender en la parada situada muy cerca del museo, en el número 106. Si se prefiere tomar el autobús en la piazza Pía, junto al Vaticano, el autobús indicado es el de la línea 23 con parada frente al museo.
El horario de apertura del museo es de martes a domingo, de 9.30 a 19.00 horas. La entrada normal es de 4'50 euros.

La Central Montemartini constituye un extraordinario ejemplo de reconversión en museo de un edificio industrial. Se trata de la segunda sede expositiva de los Museos Capitolinos y alberga un considerable número de esculturas de la Antigüedad clásica halladas durante las excavaciones realizadas en Roma entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.La exposición reconstruye conjuntos monumentales antiguos y describe el desarrollo de la ciudad desde el periodo republicano hasta la época tardoimperial con episodios particularmente significativos y muchas veces casi desconocidos para el gran público, como el grandísimo mosaico con escenas de caza procedente de Santa Bibiana. Los grandiosos ambientes de la central y en particular de la sala de Máquinas con su preciosa ornamentación modernista conservan inalterados las turbinas, los motores diesel y la colosal caldera de vapor. En este escenario, los mármoles antiguos resplandecen por su transparente brillo y por el refinamiento de su tallado.

La historia de este peculiar museo, que se encuentra muy cerca de la basílica de San Paolo fuori le mure,data de 1997, cuando hubo que trasladar centenares de esculturas debido al cierre por reestructuración de amplios espacios de los Museos Capitolinos, concretamente del palazzo dei Conservatori. A fin de que el público dejara de contemplar tan magníficas e importantes obras, se inauguró la exposición 'Máquinas y dioses' en las salas rehabilitadas de la primera central eléctrica pública romana para acercar dos mundos diametralmente opuestos: la arqueología clásica y la industrial.

El contraste es la base del museo, que a partir del año 2005 se convirtió ya en sede permanente de la interesante muestra. Pero la idea es mucho más amplia puesto que la Centrale di Montemartini forma parte de un ambicioso proyecto de recalificación de la zona Ostiense Marconi que prevé convertir en polo cultural el área más antigua de industrialización de Roma. Además de Montemartini, el proyecto abarca el Mattatoio, el Gazometro, estructuras portuarias, la antigua Mira Lanza e los antiguos Mercados Generales y prevé concluir la construcción de nuevos espacios para la Universidad Roma Tre y la realización de la Ciudad de las Ciencias.

martes, 24 de agosto de 2010

La cornamenta de San Eustaquio


El maestro Enric González con sus historias de Roma me puso sobre la pista de esta curiosidad romana. ¿Sabían ustedes que en Roma, en el Rione de Sant'Eustachio, hay una pequeña iglesia que da nombre al barrio en la que no se celebran bodas? Parece ser que a los romanos les debe producir cierta aprensión contraer nupcias en ese templo por la iconografía que representa al santo que da nombre a la iglesia, a la plaza en la que se ubica y al rione en el que está.
Eustaquio de Roma uno de tantos mártires cristianos. En realidad se llamaba Plácido y era un militar de graduación, todo un general, que combatió a las órdenes de Trajano. El hombre se convirtió al cristianismo y fue martirizado durante las persecuciones de Adriano.
La leyenda cuenta que el bueno de Plácido se fue a cazar y por los montes de Tívoli vio una magnífica manada de ciervos. Como buen cazador, Plácido se fijó en el ejemplar más grande y se dispuso a cobrar tan excelente trofeo con el que presumir en la popina, esto es, el bar restaurante de la antigua Roma.
Fue entonces cuando Plácido tuvo la visión: entre la cornamenta del ciervo vio a Cristo en la cruz que le pidió cuentas de porqué le perseguía a él y a los cristianos como militar romano. El Cruficado le anunció a Plácido que sufriría mucho por Él. Total, que el general se convirtió al cristianismo y se cambió el nombre por el de Eustaquio. Lo primero que perdió fue la graduación y echó por tierra su magnífica carrera castrense. Y si sólo hubiera perdido los galones... Posteriormente fue perseguido y martirizado junto con su esposa Teopista y sus dos hijos Agapito y Teopisto.
Por eso la iconografía que representa a Sant'Eustachio es la de un crucifijo entre las astas de un ciervo. Y en la iglesia dedicada en Roma a nuestro santo, se puede ver que el tímpano de la fachada no está coronado por un crucifijo normal y corriente, como en cualquier otra iglesia, sino que hay una cabeza de ciervo con una magnífica cornamenta de la que emerge la Cruz de Cristo.
Ahora imaginen ustedes la gracia que le puede hacer a cualquier romano o romana contraer en esa iglesia matrimonio, mirar hacia arriba y ver tan aparatosos cuernos. En resumen, nadie se casa en Sant'Eustachio.

Menos mal que es la iglesia que da nombre al barrio a pesar de que hay otras de mayores dimensiones y más importantes, como las de San Andrea della Valle, Santa María sopra Minerva o San Luigi dei Francesi, excepcional iglesia donde se pueden contemplar tres magníficos caravagios. El barrio no anda mal de monumentos y edificios importantes puesto que en él está el palazzo Madama, sede del Senado de la República Italiana, o el imponente Pantheon de Agripa.

Y sin embargo es la iglesia de Sant'Eustachio la que da nombre al rione. Otra curiosidad es que en mi último viaje a Roma, precisamente en este mes de agosto, quise visitar la pequeña iglesia después de tomarme el mejor café de Roma, el de la cafetería Sant'Eustachio, situado en la misma plaza. La sorpresa fue que estaba cerrada y había un cartel que decía que no volvería a estar abierta hasta el día 24 de agosto, cuando yo estaría de regreso a España. Es decir, que todo apuntaba a un cierre por vacaciones en una iglesia.

Es ahí donde me surgen muchos interrogantes sobre la organización parroquial y diocesana de Roma, cabeza del cristianismo en cuyo término municipal se puede encontrar cientos de iglesias. Con las pocas vocaciones existentes debe ser difícil que en cada iglesia haya un párroco que cuide espiritualmente de la feligresía. Además, en las parroquias debe haber una competencia feroz para ganarse feligreses porque, sobre todo en el centro histórico, uno sale de una iglesia y no ha hecho más que andar unos metros cuando se encuentra con otra.

Trataré de resolver estas dudas con una investigación al respecto y las expondré en otro artículo.

sábado, 21 de agosto de 2010

Via Caetani, el lugar donde encontraron a Aldo Moro

En una pequeña calle situada entre la piazza Venezia y Torre Argentina, en pleno centro de Roma, está escrita una de las páginas más importantes de la historia reciente de la ciudad. En Via Caetani apareció el cuerpo sin vida de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana que era el principal partido político del país en esos momentos, en el maletero de un Renault 4 de color rojo.
A cualquier amante de la historia del siglo XX y de la política actual le convendría darse una vuelta por Via Caetani puesto que al ser un lugar muy céntrico no va a perder mucho tiempo y recordará uno de los episodios más apasionantes y controvertidos de la reciente historia de Italia. Si se va desde la piazza Venezia a Torre Argentina por la via di San Marco y vía delle Botteghe Oscure a Torre Argentina, la via Caetani es la segunda calle a mano izquierda; justo al lado de la magnífica Crypta Balbi. Recalco esto porque lo más habitual para ir de piazza Venezia a Torre Argentina es a través de la via del Plebiscito, donde se encuentra el palazzo Grazioli, lugar de residencia de Silvio Berlusconi en Roma, y del Corso Vittorio Emmanuele II. Dicho esto, en via Caetani lo que van a encontrar a mano derecha es una placa en una fachada donde se recuerda que en ese lugar fue hallado el cadáver de Aldo Moro, dos veces presidente del consejo de ministros y hombre fuerte de la Democracia Cristiana.
Fueron 52 días que conmocionaron a Italia y a todo el mundo. Aldo Moro fue secuestrado por miembros de las Brigadas Rojas el día 16 de marzo de 1978 en via Fani, muy cerca del estadio olímpico. Para lograrlo, los terroristas asesinaron a los cinco miembros de su escolta a quienes dispararon.

El 9 de mayo fue encontrado el cuerpo de Aldo Moro en la vía Caetani con un disparo en la cabeza realizado poco antes. Estaba en el maletero de un Renault de color rojo. El lugar donde lo dejaron sus secuestradores no fue casual: Via Caetani esta a medio camino entre las sedes entonces de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista Italiano. Como curiosidad, Julio César fue asesinado a puñaladas casi dos mil años antes probablemente a unos metros del lugar donde fue encontrado el dos veces primer ministro italiano.
El secuestro y muerte de Aldo Moro sigue teniendo muchas dudas sobre las implicaciones y los beneficios políticos que produjo a mucha gente supuestamente cercana al líder muerto. Nadie pone en duda que el brazo ejecutor fueron las Brigadas Rojas pero por acción u omisión intervino mucha más gente. Decenas de libros han desvelado en Italia mucho de lo que aconteció en aquellos 52 días de primavera pero desde entonces las dudas se han multiplicado. Allí debieron de intervenir los servicios secretos italianos, la logia masónica P-2, los servicios secretos americanos a través de la llamada operación Gladio y hasta la banda de la Magliana -una suerte de banda de delincuentes comunes con vocación de establecer en Roma una organización mafiosa como la Mafia siciliana y la Camorra napolitana.
Hay que recordar que Aldo Moro fue el promotor junto con el comunista Enrico Berlinguer, de formar un gobierno de concentración en el que por primera vez entrara el PCI, a fin de sacar a Italia de la crisis social, política y económica que se vivía en aquellos momentos de la llamada estrategia de la tensión con un fuerte terrorismo ultraderechista y de extrema izquierda; son los llamados 'años de plomo'.
Qué duda cabe que la entrada de los comunistas en el gobierno no gustaba a un importante sector de la Democracia Cristiana, ni tampoco a los servicios secretos italianos y estadounidenses. Por no gustar, no gustaba ni a la mafia, ni siquiera a la extrema izquierda que veía a los eurocomunistas como auténticos traidores.
Aldo Moro pidió por carta que se accediera a las demandas de los secuestradores de liberar a presos de las Brigadas Rojas para que le liberaran a él. El por entonces ministro del Interior y fallecido este mes de agosto de 2010, Francesco Cossiga, se negó a pactar con los secuestradores.
Las consecuencias de la muerte de Moro no se hicieron esperar. La Democracia Cristiana continuó en el gobierno siempre controlada por Giulio Andreotti. Cuando necesitó pactar con alguién lo hizo con el Partido Socialista Italiano de Bettino Craxi, firmemente opuesto al PCI. De aquella unión nació lo que luego se destapó como Tangentopoli, es decir, una corrupción generalizada en toda Italia y que afectaba en mayor o menor medida a toda la clase política. Tangetopoli puso fin a la primera república en Italia a principios de los años noventa y marcó el inicio de la segunda república y el ascenso de Berlusconi y su holding empresarial al poder político del país.
¿Hubiera puesto freno a la generalizada corrupción el gobierno de concentración nacional promovido por Aldo Moro? Es difícil saberlo pero sí parece claro que ese gobierno hubiera dificultado la irrupción de los socialistas de Bettino Craxi, que fue el centro de Tangentopoli, y es probable que hasta hubiera complicado el ascenso, catorce años después, de Silvio Berlusconi.

viernes, 20 de agosto de 2010

La humilde y exquisita carbonara


Existe una gastronomía romana muy definida que pasa por el empleo de ingredientes humildes. Más allá de la pompa papal y cardenalicia, el pueblo romano a lo largo de su historia se ha conformado con lo poco que tenía para alimentarse. Tradicionalmente en Roma han existido enormes desequilibrios sociales con una elite que en los últimos mil años ha estado formada por la jerarquía eclesiástica. Papas y cardenales eran los dueños de la ciudad, el poder real hasta que en 1871 Roma fue convertida en capital del Reino de Italia. Frente a esa minoría opulenta, había una gran mayoría que vivía como podía y que a lo largo de los siglos ha ido conformando lo que hoy es la cocina típica romana, la cual empleaba ingredientes básicos y austeros.

El mejor ejemplo es uno de los más conocidos platos romanos, la trippa alla romana. Mientras que los más ricos comían la carne más preciada de las reses, para las clases más populares quedaban las tripas, auténticos desperdicios de casquería. La trippa alla romana son una especie de callos a los que antes de degustarlos se les ponen por encima una buena capa de queso pecorino romano rallado. También muy conocido es la coda alla vaccinara, una especie de estofado con rabo de vacuno en el que hoy se emplean las hortalizas de la huerta romana, patatas y tomates. De la tradicional y pujante comunidad judía romana ha quedado entre otros platos las carciofi alla giudia (alcachofas a la judía).

Pero a mí, permitanme que les diga, los romanos me han conquistado con su reivindicación de que ellos inventaron la carbonara, la exquisita salsa que se emplea sobre todo con pasta larga, y que es muy distinta a la que consumimos en España.

Para desgracia de los romanos, la primera referencia a la carbonara la hizo un napolitano, Ippolito Cavalcanti allá por el año 1839. Pero parece claro que fue en Roma donde más se popularizó la carbonara, sobre todo en épocas de penuria debido a las guerras. Italia participó en las dos guerras mundiales y Roma estuvo ocupada por los nazis alemanes y bombardeada por los aliados entre 1943 y 1944.

La carbonara sigue la pauta de la cocina romana, esto es, emplea humildes ingredientes, y es, desde luego, muy nutritiva y energética.

Para empezar, para un excelente carbonara es conveniente emplear pasta fresca al huevo, y por supuesto, larga. Normalmente se utilizan spaghetti, fettucini, tagliatelle, linguine, etc. La pasta hay que cocerla al dente y esto es importante recalcarlo porque en España tendemos a cocerla excesivamente. Cuando empleo pasta fabricada en España, tiendo normalmente a reducir en un minuto los tiempos de cocción sobre lo que indica el fabricante.

Para la carbonara auténtica es un sacrilegio emplear ingredientes como la nata y el bacon ahumado que normalmente se utiliza en España. Sacrilegio que para mí es una afrenta por la que estaría dispuesto a batirme en duelo si alguien me invitara a este sucedáneo de carbonara.

A partir de ahí, y salvando el hecho de que la carbonara tradicional romana no empleaba carne sino que se hacía sólo con huevo, manteca de cerdo y aceite de oliva o mantequillo, además de los inevitables pimienta negra -dicen que por eso se llama carbonara ya que la pimienita debe tener el color del carbón- y queso pecorino romano, la carbonara moderna utiliza el guanciale, que es la papada del cerdo cortada en tiras pequeñas. En caso de no disponer de guanciale sería tolerable, aunque no por ello un pecado venial, el empleo de pancetta salada.

La carne se saltea en la sartén con algo de mantequilla, y se deja que suelte su grasa. Se le añade el huevo batido e inmediatamente se mezcla con la pasta ya cocida. Sólo queda poner la pimienta y una generosa ración de pecorino romano, o en su defecto, de parmiggiano (queso parmesano). Y a disfrutar del excelente plato resultante.

jueves, 19 de agosto de 2010

Roma embustera: La mágica vista del Cupolone desde la vía Piccolomini


Roma tiene mucho de embustera y eso la hace sorprendente en muchos aspectos. A veces, nada parece ser lo que es y al contrario, nada es lo que en ocasiones parece. Roma, como pocas ciudades, tiene ese don para cautivarte con ligeros retoques de un maquillaje que se ha ido renovando a lo largo de sus siglos de historia. En cierto modo es la Roma bastarda de la que habló Montaigne para referirse a la ciudad que reconstruyéndose sobre su esplendor, ha ido convirtiendo éste en ruinas.


Todo ello hace que Roma nos ofrezca imágenes inolvidables como la que se nos muestra de la cúpula de San Pietro, desde la vía Piccolomini. Recomiendo una rápida visita a esta calle para contemplar desde ella la mejor vista de la obra arquitectónica cumbre del genio Miguel Ángel.

Vayamos por partes. Cuando el lector y visitante de Roma acuda a la obligada visita a la basílica de San Pedro en el Vaticano, sin duda se fijará desde la plaza diseñada por Bernini en la cúpula, el cupolone como lo denominan los romanos. Y, desde allí no tendrá una imagen de esa monumental obra en todo su esplendor. Será una imagen falsa, alterada por esa Roma bastarda. La razón es muy sencilla y se debe a las sucesivas ampliaciones que a lo largo de la historia se hizo de la basílica que es el centro de la cristiandad.

La sustitución de la planta de cruz latina que diseñó Madermo por la inicial de cruz griega concebida por Miguel Ángel trajo consigo de forma inevitable la construcción de la descomunal fachada barroca que hoy conocemos en la basílica vaticana. Y con el aumento de la fachada se pierde buena parte del esplendor del cupolone. Es así de triste.

Por eso recomiendo tomar en la piazza Pia, en la piazza del Risorgimento, en la parada de autobuses que hay en lungotevere in Sassia, junto al hospital, o en la Vía di Porta di Cavallegeri, el autobús de la línea 982, el cual, tras unos pocos minutos de recorrido le lleva al viajero a la vía Piccolomini. Fin de trayecto.

Una vez allí contemple desde la capolinea, la última para de la calle, la fenomenal vista de la cúpula enmarcada perfectamente por los edificios de la calle. Y si avanza en dirección hacia el cupolone, se verá afectado por un curioso efecto óptico de esta Roma embustera. A medida que se acerca a la monumental obra, ésta se hará más pequeña contrariamente a lo que nos impondrían las leyes de la lógica.

Evidentemente se trata de una ilusión óptica. La explicación es sencilla: desde el punto más lejano de la calle, el propio asfalto tapa a la vista el espacio entre la terraza del principio de la calle y la cúpula, creando la ilusión de que están pegadas. Pero, conforme el observador se acerca, comienza a percibir el espacio entre los dos puntos, haciendo que la cúpula parezca más lejana, y por tanto, más pequeña.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La Roma más canalla

No hace falta hablar y entender el idioma italiano para disfrutar en el restaurante Cencio La Parolaccia, situado en el Vicolo dei Cinque, 3, en Trastevere. Es cierto que el local es frecuentado sobre todo por italianos y que ellos entienden los giros del idioma y las frases hechas, pero también un extranjero en Roma puede sacar buen provecho del restaurante La Parolaccia (La palabrota), porque eso es lo que más va a aprender de la experiencia, auténticas palabrotas.
En primer lugar es conveniente ir a La Parolaccia a cenar con suficiente tiempo. Es un pequeño local y se llena muy pronto por lo que lo conveniente es ir pronto, no mucho más tarde de las ocho y media de la tarde, o reservar con antelación. Es, sin lugar a dudas, la Roma más canalla que se pueda contemplar.

Ya antes de entrar en La Parolaccia uno es consciente de que algo raro se va a encontrar allí dentro: En la fachada del establecimiento se anuncia, como en muchos otros restaurantes, que el domingo es el día de descanso semanal y por tanto se cierra, así es que “comed en casa”, según dicen en romanesco.
Al entrar en La Parolaccia el cliente es recibido por un sujeto mal encarado, con cara de malas pulgar. A mí lo primero que me dijo era que ya era hora que apareciera, que llevaba tres horas esperando y que no hacía más que dar vueltas por Trastevere sin entrar en el restaurante. A continuación me preguntó si había reservado mesa; le respondí que no y me miró con auténtica cara de fastidio a pesar de que en ese momento el local estaba prácticamente vacío. Me dijo que a pesar de todo me iba a buscar un buen sitio.
No espere cenar lo que le apetezca en La Parolaccia. Le pondrán lo que ellos quieran. Y no proteste. Nada más sentarse, una comensal le dijo al camarero malencarado, Romeo, que hacía frío y que si podía bajar el aire acondicionado. Respuesta: ‘Yo no tengo frío porque aquí estamos trabajando. Además, no me extraña que tengas frío; si vinieras como aquellas otras no lo tendrías’, dijo observando que llevaba una camisa de tirantes muy escotada. Acto seguido subió la temperatura del aire acondicionado.
El camarero le tirará la servilleta y los cubiertos en la mesa para que usted se los coloque, y lo hará con desprecio. Si le pide cualquier cosa, la mirada será de fastidio, de cara de pocos amigos porque el cliente para el personal de La Parolaccia es un rompecoglione (un tocapelotas).
La comida no está mal y llega en cantidad. Antipasto de embutidos y verdura con bruscheta (tostada), pasta de dos tipos y carne a la romana: cordero, cerdo y salchicha asados, con patatas fritas y ensalada. Para terminar, un sorbete de limón y limoncello. Por cierto, que ellos mismos te dicen que la bruscheta se come con las manos. Se puede tomar vino, refrescos o agua. El precio del menú por persona, en agosto de 2010, fue de 45 euros por persona.

Pero lo fundamental no es la comida en La Parolaccia: Son las carcajadas y aunque uno no entienda todo lo que allí se diga, acaba auténticamente cansado de reírse y con la barriga llena de comer.
Durante la cena, hay música en directo con un cantante, Pasquale, cantando canciones picantes, satíricas, auténticos stornellos romanos. Y Pasquale no para de hablar, de preguntar a los comensales, de meterse con ellos. Canta incluso el camarero Romeo y se ríen de todos y de todo. Como muestra, varios botones: Una comensal pregunta por el servicio y le dicen que está al fondo a la izquierda: “No te metas en la cocina”. Cuando regresa, le preguntan ante todo si ya ha meado y si se ha lavado las manos.
“Pasquale, búscame una mujer guapa, sexy, simpática y un poco puttana”. Cuando Pasquale indica a una de las comensales la respuesta de Romeo es que esa es puttana del todo. Y siguen cantando stornellos como uno dedicado a un comensal calvo: “Nessun pelo sulla testa, ma nell culo, la foresta”, lo cual no hace falta traducirlo. “Palle, palle, palle, rosse e gialle”, es decir, “pelotas, pelotas, pelotas, rojas y amarillas”. Se suceden los vaffanculo, es decir, los vete a tomar por …” y los mignota y puttana, que es lo mismo. “¿Eres español?”, me preguntó Pasquale. “¿Me entiendes?” Cuando le dije que sí me respondió que no entendía “ni un cazzo”, es decir, palabra parolaccia que hace referencia al miembro viril.

Y así es todo en la Parolaccia. Como cuando alguien dice que es de Mantova (Mantua) y le dicen que ya se sabe el dicho: ‘La donna mantovana e la piu puttana’. Cambien el mantovana, por otros muchos gentilicios y verán cómo cuadra. En resumen, en un viaje a Roma es recomendable darse una vuelta por este peculiar restaurante trasteverino de gran tradición.