"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

lunes, 30 de agosto de 2010

El museo de la central termoeléctrica de Montemartini


El museo de la central termoeléctrica de Montemartini es una pequeña joya para los amantes de la arqueología por su originalidad al mostrar escultura romana clásica con la antigua maquinaria de la primera central pública para la producción de electricidad en la ciudad eterna. Recomiendo su visita a quienes quieran conocer algo distinto y de calidad en una Roma que nunca deja de sorprender.
Situado en la Vía Ostiense, número 106, la antigua central termoeléctrica conserva sus antiguas calderas y maquinaria para producir electricidad y entre ese buen trabajo de arqueología industrial, se pueden contemplar excelentes obras de los museos capitolinos, es decir, arqueología clásica en su máximo esplendor.

El museo se encuentra en la ribera izquierda del Tíber, ante los que antaño fueran los Mercados Generales. Para llegar a él desde el centro de Roma lo ideal es coger la línea B del metro, por ejemplo en la estación de Términi en dirección a Laurentina y bajar en la estación de Garbatella para desde allí dirigirse a la Vía Ostiense. En autobús se puede tomar la línea 271 en la plaza Venezia, junto al palacio del mismo nombre y descender en la parada situada muy cerca del museo, en el número 106. Si se prefiere tomar el autobús en la piazza Pía, junto al Vaticano, el autobús indicado es el de la línea 23 con parada frente al museo.
El horario de apertura del museo es de martes a domingo, de 9.30 a 19.00 horas. La entrada normal es de 4'50 euros.

La Central Montemartini constituye un extraordinario ejemplo de reconversión en museo de un edificio industrial. Se trata de la segunda sede expositiva de los Museos Capitolinos y alberga un considerable número de esculturas de la Antigüedad clásica halladas durante las excavaciones realizadas en Roma entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.La exposición reconstruye conjuntos monumentales antiguos y describe el desarrollo de la ciudad desde el periodo republicano hasta la época tardoimperial con episodios particularmente significativos y muchas veces casi desconocidos para el gran público, como el grandísimo mosaico con escenas de caza procedente de Santa Bibiana. Los grandiosos ambientes de la central y en particular de la sala de Máquinas con su preciosa ornamentación modernista conservan inalterados las turbinas, los motores diesel y la colosal caldera de vapor. En este escenario, los mármoles antiguos resplandecen por su transparente brillo y por el refinamiento de su tallado.

La historia de este peculiar museo, que se encuentra muy cerca de la basílica de San Paolo fuori le mure,data de 1997, cuando hubo que trasladar centenares de esculturas debido al cierre por reestructuración de amplios espacios de los Museos Capitolinos, concretamente del palazzo dei Conservatori. A fin de que el público dejara de contemplar tan magníficas e importantes obras, se inauguró la exposición 'Máquinas y dioses' en las salas rehabilitadas de la primera central eléctrica pública romana para acercar dos mundos diametralmente opuestos: la arqueología clásica y la industrial.

El contraste es la base del museo, que a partir del año 2005 se convirtió ya en sede permanente de la interesante muestra. Pero la idea es mucho más amplia puesto que la Centrale di Montemartini forma parte de un ambicioso proyecto de recalificación de la zona Ostiense Marconi que prevé convertir en polo cultural el área más antigua de industrialización de Roma. Además de Montemartini, el proyecto abarca el Mattatoio, el Gazometro, estructuras portuarias, la antigua Mira Lanza e los antiguos Mercados Generales y prevé concluir la construcción de nuevos espacios para la Universidad Roma Tre y la realización de la Ciudad de las Ciencias.

martes, 24 de agosto de 2010

La cornamenta de San Eustaquio


El maestro Enric González con sus historias de Roma me puso sobre la pista de esta curiosidad romana. ¿Sabían ustedes que en Roma, en el Rione de Sant'Eustachio, hay una pequeña iglesia que da nombre al barrio en la que no se celebran bodas? Parece ser que a los romanos les debe producir cierta aprensión contraer nupcias en ese templo por la iconografía que representa al santo que da nombre a la iglesia, a la plaza en la que se ubica y al rione en el que está.
Eustaquio de Roma uno de tantos mártires cristianos. En realidad se llamaba Plácido y era un militar de graduación, todo un general, que combatió a las órdenes de Trajano. El hombre se convirtió al cristianismo y fue martirizado durante las persecuciones de Adriano.
La leyenda cuenta que el bueno de Plácido se fue a cazar y por los montes de Tívoli vio una magnífica manada de ciervos. Como buen cazador, Plácido se fijó en el ejemplar más grande y se dispuso a cobrar tan excelente trofeo con el que presumir en la popina, esto es, el bar restaurante de la antigua Roma.
Fue entonces cuando Plácido tuvo la visión: entre la cornamenta del ciervo vio a Cristo en la cruz que le pidió cuentas de porqué le perseguía a él y a los cristianos como militar romano. El Cruficado le anunció a Plácido que sufriría mucho por Él. Total, que el general se convirtió al cristianismo y se cambió el nombre por el de Eustaquio. Lo primero que perdió fue la graduación y echó por tierra su magnífica carrera castrense. Y si sólo hubiera perdido los galones... Posteriormente fue perseguido y martirizado junto con su esposa Teopista y sus dos hijos Agapito y Teopisto.
Por eso la iconografía que representa a Sant'Eustachio es la de un crucifijo entre las astas de un ciervo. Y en la iglesia dedicada en Roma a nuestro santo, se puede ver que el tímpano de la fachada no está coronado por un crucifijo normal y corriente, como en cualquier otra iglesia, sino que hay una cabeza de ciervo con una magnífica cornamenta de la que emerge la Cruz de Cristo.
Ahora imaginen ustedes la gracia que le puede hacer a cualquier romano o romana contraer en esa iglesia matrimonio, mirar hacia arriba y ver tan aparatosos cuernos. En resumen, nadie se casa en Sant'Eustachio.

Menos mal que es la iglesia que da nombre al barrio a pesar de que hay otras de mayores dimensiones y más importantes, como las de San Andrea della Valle, Santa María sopra Minerva o San Luigi dei Francesi, excepcional iglesia donde se pueden contemplar tres magníficos caravagios. El barrio no anda mal de monumentos y edificios importantes puesto que en él está el palazzo Madama, sede del Senado de la República Italiana, o el imponente Pantheon de Agripa.

Y sin embargo es la iglesia de Sant'Eustachio la que da nombre al rione. Otra curiosidad es que en mi último viaje a Roma, precisamente en este mes de agosto, quise visitar la pequeña iglesia después de tomarme el mejor café de Roma, el de la cafetería Sant'Eustachio, situado en la misma plaza. La sorpresa fue que estaba cerrada y había un cartel que decía que no volvería a estar abierta hasta el día 24 de agosto, cuando yo estaría de regreso a España. Es decir, que todo apuntaba a un cierre por vacaciones en una iglesia.

Es ahí donde me surgen muchos interrogantes sobre la organización parroquial y diocesana de Roma, cabeza del cristianismo en cuyo término municipal se puede encontrar cientos de iglesias. Con las pocas vocaciones existentes debe ser difícil que en cada iglesia haya un párroco que cuide espiritualmente de la feligresía. Además, en las parroquias debe haber una competencia feroz para ganarse feligreses porque, sobre todo en el centro histórico, uno sale de una iglesia y no ha hecho más que andar unos metros cuando se encuentra con otra.

Trataré de resolver estas dudas con una investigación al respecto y las expondré en otro artículo.

sábado, 21 de agosto de 2010

Via Caetani, el lugar donde encontraron a Aldo Moro

En una pequeña calle situada entre la piazza Venezia y Torre Argentina, en pleno centro de Roma, está escrita una de las páginas más importantes de la historia reciente de la ciudad. En Via Caetani apareció el cuerpo sin vida de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana que era el principal partido político del país en esos momentos, en el maletero de un Renault 4 de color rojo.
A cualquier amante de la historia del siglo XX y de la política actual le convendría darse una vuelta por Via Caetani puesto que al ser un lugar muy céntrico no va a perder mucho tiempo y recordará uno de los episodios más apasionantes y controvertidos de la reciente historia de Italia. Si se va desde la piazza Venezia a Torre Argentina por la via di San Marco y vía delle Botteghe Oscure a Torre Argentina, la via Caetani es la segunda calle a mano izquierda; justo al lado de la magnífica Crypta Balbi. Recalco esto porque lo más habitual para ir de piazza Venezia a Torre Argentina es a través de la via del Plebiscito, donde se encuentra el palazzo Grazioli, lugar de residencia de Silvio Berlusconi en Roma, y del Corso Vittorio Emmanuele II. Dicho esto, en via Caetani lo que van a encontrar a mano derecha es una placa en una fachada donde se recuerda que en ese lugar fue hallado el cadáver de Aldo Moro, dos veces presidente del consejo de ministros y hombre fuerte de la Democracia Cristiana.
Fueron 52 días que conmocionaron a Italia y a todo el mundo. Aldo Moro fue secuestrado por miembros de las Brigadas Rojas el día 16 de marzo de 1978 en via Fani, muy cerca del estadio olímpico. Para lograrlo, los terroristas asesinaron a los cinco miembros de su escolta a quienes dispararon.

El 9 de mayo fue encontrado el cuerpo de Aldo Moro en la vía Caetani con un disparo en la cabeza realizado poco antes. Estaba en el maletero de un Renault de color rojo. El lugar donde lo dejaron sus secuestradores no fue casual: Via Caetani esta a medio camino entre las sedes entonces de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista Italiano. Como curiosidad, Julio César fue asesinado a puñaladas casi dos mil años antes probablemente a unos metros del lugar donde fue encontrado el dos veces primer ministro italiano.
El secuestro y muerte de Aldo Moro sigue teniendo muchas dudas sobre las implicaciones y los beneficios políticos que produjo a mucha gente supuestamente cercana al líder muerto. Nadie pone en duda que el brazo ejecutor fueron las Brigadas Rojas pero por acción u omisión intervino mucha más gente. Decenas de libros han desvelado en Italia mucho de lo que aconteció en aquellos 52 días de primavera pero desde entonces las dudas se han multiplicado. Allí debieron de intervenir los servicios secretos italianos, la logia masónica P-2, los servicios secretos americanos a través de la llamada operación Gladio y hasta la banda de la Magliana -una suerte de banda de delincuentes comunes con vocación de establecer en Roma una organización mafiosa como la Mafia siciliana y la Camorra napolitana.
Hay que recordar que Aldo Moro fue el promotor junto con el comunista Enrico Berlinguer, de formar un gobierno de concentración en el que por primera vez entrara el PCI, a fin de sacar a Italia de la crisis social, política y económica que se vivía en aquellos momentos de la llamada estrategia de la tensión con un fuerte terrorismo ultraderechista y de extrema izquierda; son los llamados 'años de plomo'.
Qué duda cabe que la entrada de los comunistas en el gobierno no gustaba a un importante sector de la Democracia Cristiana, ni tampoco a los servicios secretos italianos y estadounidenses. Por no gustar, no gustaba ni a la mafia, ni siquiera a la extrema izquierda que veía a los eurocomunistas como auténticos traidores.
Aldo Moro pidió por carta que se accediera a las demandas de los secuestradores de liberar a presos de las Brigadas Rojas para que le liberaran a él. El por entonces ministro del Interior y fallecido este mes de agosto de 2010, Francesco Cossiga, se negó a pactar con los secuestradores.
Las consecuencias de la muerte de Moro no se hicieron esperar. La Democracia Cristiana continuó en el gobierno siempre controlada por Giulio Andreotti. Cuando necesitó pactar con alguién lo hizo con el Partido Socialista Italiano de Bettino Craxi, firmemente opuesto al PCI. De aquella unión nació lo que luego se destapó como Tangentopoli, es decir, una corrupción generalizada en toda Italia y que afectaba en mayor o menor medida a toda la clase política. Tangetopoli puso fin a la primera república en Italia a principios de los años noventa y marcó el inicio de la segunda república y el ascenso de Berlusconi y su holding empresarial al poder político del país.
¿Hubiera puesto freno a la generalizada corrupción el gobierno de concentración nacional promovido por Aldo Moro? Es difícil saberlo pero sí parece claro que ese gobierno hubiera dificultado la irrupción de los socialistas de Bettino Craxi, que fue el centro de Tangentopoli, y es probable que hasta hubiera complicado el ascenso, catorce años después, de Silvio Berlusconi.

viernes, 20 de agosto de 2010

La humilde y exquisita carbonara


Existe una gastronomía romana muy definida que pasa por el empleo de ingredientes humildes. Más allá de la pompa papal y cardenalicia, el pueblo romano a lo largo de su historia se ha conformado con lo poco que tenía para alimentarse. Tradicionalmente en Roma han existido enormes desequilibrios sociales con una elite que en los últimos mil años ha estado formada por la jerarquía eclesiástica. Papas y cardenales eran los dueños de la ciudad, el poder real hasta que en 1871 Roma fue convertida en capital del Reino de Italia. Frente a esa minoría opulenta, había una gran mayoría que vivía como podía y que a lo largo de los siglos ha ido conformando lo que hoy es la cocina típica romana, la cual empleaba ingredientes básicos y austeros.

El mejor ejemplo es uno de los más conocidos platos romanos, la trippa alla romana. Mientras que los más ricos comían la carne más preciada de las reses, para las clases más populares quedaban las tripas, auténticos desperdicios de casquería. La trippa alla romana son una especie de callos a los que antes de degustarlos se les ponen por encima una buena capa de queso pecorino romano rallado. También muy conocido es la coda alla vaccinara, una especie de estofado con rabo de vacuno en el que hoy se emplean las hortalizas de la huerta romana, patatas y tomates. De la tradicional y pujante comunidad judía romana ha quedado entre otros platos las carciofi alla giudia (alcachofas a la judía).

Pero a mí, permitanme que les diga, los romanos me han conquistado con su reivindicación de que ellos inventaron la carbonara, la exquisita salsa que se emplea sobre todo con pasta larga, y que es muy distinta a la que consumimos en España.

Para desgracia de los romanos, la primera referencia a la carbonara la hizo un napolitano, Ippolito Cavalcanti allá por el año 1839. Pero parece claro que fue en Roma donde más se popularizó la carbonara, sobre todo en épocas de penuria debido a las guerras. Italia participó en las dos guerras mundiales y Roma estuvo ocupada por los nazis alemanes y bombardeada por los aliados entre 1943 y 1944.

La carbonara sigue la pauta de la cocina romana, esto es, emplea humildes ingredientes, y es, desde luego, muy nutritiva y energética.

Para empezar, para un excelente carbonara es conveniente emplear pasta fresca al huevo, y por supuesto, larga. Normalmente se utilizan spaghetti, fettucini, tagliatelle, linguine, etc. La pasta hay que cocerla al dente y esto es importante recalcarlo porque en España tendemos a cocerla excesivamente. Cuando empleo pasta fabricada en España, tiendo normalmente a reducir en un minuto los tiempos de cocción sobre lo que indica el fabricante.

Para la carbonara auténtica es un sacrilegio emplear ingredientes como la nata y el bacon ahumado que normalmente se utiliza en España. Sacrilegio que para mí es una afrenta por la que estaría dispuesto a batirme en duelo si alguien me invitara a este sucedáneo de carbonara.

A partir de ahí, y salvando el hecho de que la carbonara tradicional romana no empleaba carne sino que se hacía sólo con huevo, manteca de cerdo y aceite de oliva o mantequillo, además de los inevitables pimienta negra -dicen que por eso se llama carbonara ya que la pimienita debe tener el color del carbón- y queso pecorino romano, la carbonara moderna utiliza el guanciale, que es la papada del cerdo cortada en tiras pequeñas. En caso de no disponer de guanciale sería tolerable, aunque no por ello un pecado venial, el empleo de pancetta salada.

La carne se saltea en la sartén con algo de mantequilla, y se deja que suelte su grasa. Se le añade el huevo batido e inmediatamente se mezcla con la pasta ya cocida. Sólo queda poner la pimienta y una generosa ración de pecorino romano, o en su defecto, de parmiggiano (queso parmesano). Y a disfrutar del excelente plato resultante.

jueves, 19 de agosto de 2010

Roma embustera: La mágica vista del Cupolone desde la vía Piccolomini


Roma tiene mucho de embustera y eso la hace sorprendente en muchos aspectos. A veces, nada parece ser lo que es y al contrario, nada es lo que en ocasiones parece. Roma, como pocas ciudades, tiene ese don para cautivarte con ligeros retoques de un maquillaje que se ha ido renovando a lo largo de sus siglos de historia. En cierto modo es la Roma bastarda de la que habló Montaigne para referirse a la ciudad que reconstruyéndose sobre su esplendor, ha ido convirtiendo éste en ruinas.


Todo ello hace que Roma nos ofrezca imágenes inolvidables como la que se nos muestra de la cúpula de San Pietro, desde la vía Piccolomini. Recomiendo una rápida visita a esta calle para contemplar desde ella la mejor vista de la obra arquitectónica cumbre del genio Miguel Ángel.

Vayamos por partes. Cuando el lector y visitante de Roma acuda a la obligada visita a la basílica de San Pedro en el Vaticano, sin duda se fijará desde la plaza diseñada por Bernini en la cúpula, el cupolone como lo denominan los romanos. Y, desde allí no tendrá una imagen de esa monumental obra en todo su esplendor. Será una imagen falsa, alterada por esa Roma bastarda. La razón es muy sencilla y se debe a las sucesivas ampliaciones que a lo largo de la historia se hizo de la basílica que es el centro de la cristiandad.

La sustitución de la planta de cruz latina que diseñó Madermo por la inicial de cruz griega concebida por Miguel Ángel trajo consigo de forma inevitable la construcción de la descomunal fachada barroca que hoy conocemos en la basílica vaticana. Y con el aumento de la fachada se pierde buena parte del esplendor del cupolone. Es así de triste.

Por eso recomiendo tomar en la piazza Pia, en la piazza del Risorgimento, en la parada de autobuses que hay en lungotevere in Sassia, junto al hospital, o en la Vía di Porta di Cavallegeri, el autobús de la línea 982, el cual, tras unos pocos minutos de recorrido le lleva al viajero a la vía Piccolomini. Fin de trayecto.

Una vez allí contemple desde la capolinea, la última para de la calle, la fenomenal vista de la cúpula enmarcada perfectamente por los edificios de la calle. Y si avanza en dirección hacia el cupolone, se verá afectado por un curioso efecto óptico de esta Roma embustera. A medida que se acerca a la monumental obra, ésta se hará más pequeña contrariamente a lo que nos impondrían las leyes de la lógica.

Evidentemente se trata de una ilusión óptica. La explicación es sencilla: desde el punto más lejano de la calle, el propio asfalto tapa a la vista el espacio entre la terraza del principio de la calle y la cúpula, creando la ilusión de que están pegadas. Pero, conforme el observador se acerca, comienza a percibir el espacio entre los dos puntos, haciendo que la cúpula parezca más lejana, y por tanto, más pequeña.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La Roma más canalla

No hace falta hablar y entender el idioma italiano para disfrutar en el restaurante Cencio La Parolaccia, situado en el Vicolo dei Cinque, 3, en Trastevere. Es cierto que el local es frecuentado sobre todo por italianos y que ellos entienden los giros del idioma y las frases hechas, pero también un extranjero en Roma puede sacar buen provecho del restaurante La Parolaccia (La palabrota), porque eso es lo que más va a aprender de la experiencia, auténticas palabrotas.
En primer lugar es conveniente ir a La Parolaccia a cenar con suficiente tiempo. Es un pequeño local y se llena muy pronto por lo que lo conveniente es ir pronto, no mucho más tarde de las ocho y media de la tarde, o reservar con antelación. Es, sin lugar a dudas, la Roma más canalla que se pueda contemplar.

Ya antes de entrar en La Parolaccia uno es consciente de que algo raro se va a encontrar allí dentro: En la fachada del establecimiento se anuncia, como en muchos otros restaurantes, que el domingo es el día de descanso semanal y por tanto se cierra, así es que “comed en casa”, según dicen en romanesco.
Al entrar en La Parolaccia el cliente es recibido por un sujeto mal encarado, con cara de malas pulgar. A mí lo primero que me dijo era que ya era hora que apareciera, que llevaba tres horas esperando y que no hacía más que dar vueltas por Trastevere sin entrar en el restaurante. A continuación me preguntó si había reservado mesa; le respondí que no y me miró con auténtica cara de fastidio a pesar de que en ese momento el local estaba prácticamente vacío. Me dijo que a pesar de todo me iba a buscar un buen sitio.
No espere cenar lo que le apetezca en La Parolaccia. Le pondrán lo que ellos quieran. Y no proteste. Nada más sentarse, una comensal le dijo al camarero malencarado, Romeo, que hacía frío y que si podía bajar el aire acondicionado. Respuesta: ‘Yo no tengo frío porque aquí estamos trabajando. Además, no me extraña que tengas frío; si vinieras como aquellas otras no lo tendrías’, dijo observando que llevaba una camisa de tirantes muy escotada. Acto seguido subió la temperatura del aire acondicionado.
El camarero le tirará la servilleta y los cubiertos en la mesa para que usted se los coloque, y lo hará con desprecio. Si le pide cualquier cosa, la mirada será de fastidio, de cara de pocos amigos porque el cliente para el personal de La Parolaccia es un rompecoglione (un tocapelotas).
La comida no está mal y llega en cantidad. Antipasto de embutidos y verdura con bruscheta (tostada), pasta de dos tipos y carne a la romana: cordero, cerdo y salchicha asados, con patatas fritas y ensalada. Para terminar, un sorbete de limón y limoncello. Por cierto, que ellos mismos te dicen que la bruscheta se come con las manos. Se puede tomar vino, refrescos o agua. El precio del menú por persona, en agosto de 2010, fue de 45 euros por persona.

Pero lo fundamental no es la comida en La Parolaccia: Son las carcajadas y aunque uno no entienda todo lo que allí se diga, acaba auténticamente cansado de reírse y con la barriga llena de comer.
Durante la cena, hay música en directo con un cantante, Pasquale, cantando canciones picantes, satíricas, auténticos stornellos romanos. Y Pasquale no para de hablar, de preguntar a los comensales, de meterse con ellos. Canta incluso el camarero Romeo y se ríen de todos y de todo. Como muestra, varios botones: Una comensal pregunta por el servicio y le dicen que está al fondo a la izquierda: “No te metas en la cocina”. Cuando regresa, le preguntan ante todo si ya ha meado y si se ha lavado las manos.
“Pasquale, búscame una mujer guapa, sexy, simpática y un poco puttana”. Cuando Pasquale indica a una de las comensales la respuesta de Romeo es que esa es puttana del todo. Y siguen cantando stornellos como uno dedicado a un comensal calvo: “Nessun pelo sulla testa, ma nell culo, la foresta”, lo cual no hace falta traducirlo. “Palle, palle, palle, rosse e gialle”, es decir, “pelotas, pelotas, pelotas, rojas y amarillas”. Se suceden los vaffanculo, es decir, los vete a tomar por …” y los mignota y puttana, que es lo mismo. “¿Eres español?”, me preguntó Pasquale. “¿Me entiendes?” Cuando le dije que sí me respondió que no entendía “ni un cazzo”, es decir, palabra parolaccia que hace referencia al miembro viril.

Y así es todo en la Parolaccia. Como cuando alguien dice que es de Mantova (Mantua) y le dicen que ya se sabe el dicho: ‘La donna mantovana e la piu puttana’. Cambien el mantovana, por otros muchos gentilicios y verán cómo cuadra. En resumen, en un viaje a Roma es recomendable darse una vuelta por este peculiar restaurante trasteverino de gran tradición.

jueves, 12 de agosto de 2010

El restaurante pizzería 'Al Piatto Rico'






A menudo me piden quienes van a viajar a Roma que les recomiende un restaurante que no les defraude. Y ahí no tengo dudas: Mi restaurante preferido es el Piatto Rico, en el número 30 de la vía della Pelliccia, en el corazón del Trastevere. Llevo trece años viajando a Roma y siempre paso por este local que se encuentra entre la plaza de Santa María in Trastevere, la principal del barrio más romano de Roma según presumen los trasteverinos y la plaza de Trilussa, punto de encuentro de muchos jóvenes romanos, sobre todo por las noches. La vía della Pelliccia sale de la vía del Moro, la que une las mencionadas plazas trasteverinas. El restaurante Al Piatto Rico se encuentra a escasos veinte metros de la vía del Moro.



Si van por el Piatto Rico, pregunten por Gioacchino, que es el dueño y también le pueden comentar que conocen a los periodistas de Madrid. No habla español así es que es mejor decírselo en italiano: ‘Siamo amici dei giornalisti di Madrid’. Gioacchino es muy agradable y, eso sí, muy futbolero. Es tifosso de la Roma y les preguntará por el Real Madrid, por el FC. Barcelona y por cualquier jugador de la selección española. Su mujer se llama Anna y hace unos estupendos postres caseros.

Gioacchino sabe cuando llego al Piatto Rico que mi plato preferido es el exquisito Risotto alla pescatora (una especie de paella de marisco), pero también merecen la pena los fetuccini alle vongole (con almejas). Si les pregunta si lo quieren con zucchino e pachino, quiere decir que le puede poner bastoncitos de calabacín y tomates cherry.

Uno de los platos estrella de Al Piatto Rico es la Zuppa di pesce (sopa de pescado). Es para dos personas pero no es una sopa sino una caldereta de pescado y marisco. Se pide como plato único y es impresionante. Para otras posibilidades es mejor consultar la carta y tampoco defrauda. Como curiosidades está la pizza al pachino que suele ser calda o fredda (fría o caliente). Es una pizza más gruesa, de tipo napolitano. Del horno de leña salen también excelentes pizzas romanas.


Como digo, Anna hace unos postres deliciosos como el tiramisú, la panna cotta (nata cocida que es una especie de flan blanco) y otro postre espectacular que es una mousse con chocolate, jengibre, canela y guindilla, una auténtica explosión de sabores.

El ambiente del restaurante es muy agradable. Allí el fútbol es la estrella y la Roma es una religión. No falta el buen humor cuando Gioacchino te enseña el rincón de los laziale purificati, esto es, amigos y conocidos suyos que son del gran rival de la Roma, a quienes Gioacchino pone la camiseta de la Roma y les fotografía.

Buena comida, buen ambiente y precios muy asequibles son ingredientes más que suficientes para que el Piatto Rico se convierta en uno de los restaurantes más recomendables de Roma.



viernes, 6 de agosto de 2010

la grandeza de la pizza




Conocida en todo el mundo, sólo su nombre ya hace pensar en Italia. La pizza es el plato más importante y famoso de la cocina italiana y su popularidad ha llegado hasta el lugar más remoto del orbe. Ese pan plano horneado con productos diversos fue creado en Nápoles en el siglo XVII porque de ello hay referencias escritas que lo certifican. Y porque eso es algo que no se le puede discutir a un napolitano salvo que uno quiera tener un enfrentamiento dialéctico de enormes proporciones. Sin embargo ya se tiene conocimiento que los antiguos griegos preparaban panes aromatizados con aceite, queso y hierbas, y que los romanos también añadían miel.


Viajar a Roma y no degustar una pizza es un pecado mortal aparte de una monumental tontería. La pizza romana que preparan en pizzerías con hornos de leña es muy delgada y crujiente y no tiene nada que ver con la pizza gruesa napolitana, un producto mucho más parecido al pan. La diferencia está en la levadura.


Una buena opción para quien viaje a Roma es la de tomar la pizza al taglio en cualquiera de las centenares de pizzerías que hay por toda la ciudad. Podríamos denominar este tipo de comida como la fast food mediterranea. El concepto es el de comer rapidamente, de pie o caminando por la calle, pero con productos típicos de la cocina mediterránea, es decir, de forma sana.


Para muchas personas les será realmente incómodo acudir a una pizzería de estas características, pedir una porción y comerla allí mismo recién calentada en el horno. Pero merece la pena hacerlo por las auténticas maravillas que se pueden encontrar. Sobre todo si el establecimiento elegido es la Pizzería Florida, situada en la Vía Florida, junto a Torre Argentina, en pleno centro histórico. La calle se encuentra entre la Via Arenula y la Via de la Botteghe Oscure.


Se trata de un establecimiento de pequeñas dimensiones pero el reducido tamaño es inversamente proporcional a la calidad de las pizzas. El secreto está en la masa y perdóneseme la frase hecha pero es que es tal y como lo cuento. Se trata de una pizza esponjosa y al mismo tiempo crujiente.


En cuanto a los sabores basta probar una porción de margarita (tomate y mozzarella) para llegar al convencimiento de que estamos ante una gran pizza. A partir de ahí se abre todo un mundo pizzero de sabores. La pizza de salchicha y pimientos es sencillamente exquisita y la de patata y mozzarella es una originalidad dificilmente prescindible.


Todo un hallazgo es la pizza con la panceta, el queso loncheado y la crema de calabaza de fondo. O la de atún (tonno en italiano) y crema de alcachofas. La pizza de tomate y peperoncino tiene un agradabilísimo sabor picante y hay otras como la de patata y porcini, es decir, boletus, que es una auténtica delicia. La pizza de mozzarella de búfala, tomate y rúcola es otra maravilla.


Pero lo mejor es dejarse llevar por una mirada al mostrador donde se encuentran las pizzas y ver como los jugos gástricos afloran para elegir una porción de cualquiera de las pizzas que allí tienen expuestas.


Por otra parte, según mi experiencia, los precios que tiene la pizzería Florida son de los más baratos que he visto, otro atractivo.

El séptimo cielo de los helados






Roma, a 6 de agosto de 2010






De todos es conocido que los italianos aman el helado y su consumo es el más alto de toda Europa. Hay cientos de heladerías en Roma y en muchas de ellas se puede encontrar alguna grata sorpresa en cuanto a sabores. El turista encontrará en el centro histórico de la ciudad eterna una gran cantidad de heladerías donde degustar sus sabores favoritos o probar alguno más especial y más difícil de encontrar en España.



Pero si algún lector de este blog quiere conocer algo más a fondo la cultura del helado en Roma es necesario hacer algunas puntualizaciones si lo que desea en caso de un viaje a la ciudad es degustarlo con la seguridad de que va a tomar algo de primera calidad.



Para empezar es conveniente consumirlo en gelatterie de produzione artesanale (heladerías de producción artesanal) y prescindir de las de producción industrial. Por ello hay que estar atentos a si la heladería elegida tiene obrador allí mismo, si los hacen en el propio establecimiento. Si esto es así, el consejo que doy es pasar a probar esos helados.



Para los grandes aficionados al helado que en un viaje a Roma quieran conocer una heladería artesanal de gran calidad y con sabores muy originales, y no les importa perder algún tiempo en desplazarse hasta un barrio fuera del centro histórico, me voy a permitir recomendarles la heladería Al Settimo Gelo, situada en la vía Vodice 21 A, en el barrio de Prati, muy cerca de la plaza Mazzini y de la vía Oslavia. La parada del metro más cercana es la de Lepanto y está a unos diez minutos de paseo.



Al Settimo Gelo ofrece helados artesanales muy originales y exquisitos, con sabores de una finura difícil de calificar. Una auténtica delicatessen que difícilmente se puede olvidar es el helado iraní (gelato iraniano), realizado con agua de rosas, azafrán y pistachos. Pero a partir de ahí las posibilidades son inmensas: Desde la untuosidad de un helado de chocolate inmejorable a la exquisitez de helados como el de albaricoque, o el de pistacho.



A los más atrevidos les recomendaría el helado de chocolate a la guindilla (cioccolato al peperoncino) que produce una explosión de sabor en el paladar. Tampoco hay que olvidar el helado de chocolate a la naranja. Para mí es inolvidable el helado a las tres especias y otras propuestas originales son las del arachidi al cioccolato speziato, es decir, cacahuetes al chocolate especiado, la de cassata siciliana o el de sésamo y miel.



Y si lo que se prefiere es un gusto tradicional, seguro que nadie se sentirá defraudado. Porque desde el séptimo hielo (traducción del nombre del establecimiento), se llega seguro al séptimo cielo.