Hace 1.900 años se creó el primer hipermercado de la historia, un centro comercial innovador que estaba formado por 150 tiendas. Para ello se contó con el principal arquitecto de la época, el Rafael Moneo o el Norman Foster de la antigüedad, Apolodoro de Damasco, que fue el arquitecto del emperador más grande que tuvo Roma, el 'español' Trajano.
Aquel complejo situado a los pies de la colina del Quirinale (los italianos pronuncia cuirinale) fue, además de un motor económico fundamental de Roma, una propuesta muy novedosa y llamada a perdurar por los siglos de los siglos. Apolodoro de Damasco llegó a utilizar la ladera de la colina para construir ese complejo en un espacio casi imposible; no hay que olvidar que lo hizo entre la propia colina y el foro del emperador Trajano.
Hoy, ese primer hipermercado de la historia se encuentra en pleno centro de Roma, entre la Vía de los Foros Imperiales y la piazza Venezia, y la Vía Nazionale, y es visita obligada para quienes quieran conocer a fondo los foros de la Roma imperial puesto que en lo que antiguamente eran sus tiendas hay un excelente museo en el que pasar unas entretenidas horas.
Roma es la paradoja elevada a cotas casi imposibles y los mercados de Trajano me llaman especialmente la atención por eso. Su modernidad para la época en que se construyó, entre los años 107 y 110 después de Cristo, contrasta hasta ser paradójica con la forma de entender la actividad comercial por parte de los romanos del siglo XXI. Es difícil encontrar, fuera de Italia, un lugar en Europa que tenga todavía una concepción comercial como la que tiene hoy Roma, que es el paraíso de la venta ambulante.
No hay más que pasear por la ciudad para comprobar como los puestos callejeros de ropa, de bisutería, de complementos, de artículos de cocina y de tantas cosas, se extienden por todos los lugares, desde el centro histórico hasta cualquier barrio periférico. A veces uno se siente como en cualquier ciudad musulmana o de la India. A diferencia de España, donde los ayuntamientos tienen muy regulada la venta ambulante autorizándola y controlándola en determinados días y lugares, en Italia en general, y en Roma en particular, parece no existir este tipo de control por parte de la administración. Y sin embargo hay una venta ambulante fija y permanente, diaria en espacios muy concretos, y otro tipo de venta incontrolada e incontrolable por las fuerzas de seguridad encargadas de ello, como son las policías locales y la peculiar 'Guardia di Finanza', cuerpo éste sin equivalente en España y en otros muchos países.
Es la economía sumergida en plenitud. En Europa, el país con mayores tasas de economía irregular es Grecia. Allí, ésta representa el 30 por ciento del Producto Interior Bruto del país. Italia es el segundo país europeo, con el 28 por ciento del PIB y España el tercero, con el 25 por ciento.
Pero Roma es diferente. Sólo allí se ve con absoluta normalidad, creo, que un vendedor ambulante que venda zapatos, por ejemplo, instale su puesto frente a la puerta de una zapatería, y que lo haga con su correspondiente autorización. Menos normal, pero en cierto modo habitual, es que se instale alguien sin papeles, con productos falsificados. El mercado de las falsificaciones en Italia es muy productivo.
¿Qué hay detrás de todo ello? No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que detrás de este entramado hay organizaciones mafiosas, es decir, la Mafia siciliana, la Camorra napolitana o la 'Ndrangueta calabresa, que impregnan no pocas actividades de la misma Roma. Hay que tener en cuenta que los vendedores son el último eslabón de la cadena y que la acción mafiosa se refiere, sobre todo, a la introducción en el mercado de productos sin ningún tipo de control arancelario, cuando proceden de países del tercer mundo, o de tipo laboral cuando se producen en la misma Italia.
No crean tampoco que esta es una cuestión exclusiva de la venta ambulante. Hay muchos comercios 'legales' en Roma y en toda Italia sobre los que ejercen algún tipo de control o relación las organizaciones mafiosas.
Por eso no deja de ser paradójico que los mercados de Trajano fueran algo tan novedoso, hasta recibir por parte de historiadores y arqueólogos el título del 'primer hipermercado de la historia', mientras que hoy es posible en Roma comprar lo que se quiera en algo tan poco moderno en términos de economía como uno de los miles de puestos de venta ambulante que se extienden por sus calles.
Tuve la oportunidad de visitar este verano pasado los Mercados de Trajano y fue una experiencia extraordinaria; alejado del frenesí turístico que me rodeó en otros lugares, resulta una visita indispensable para los que amamos el mundo clásico. Totalmente recomendable.
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